Una despedida que no opaca el gran avance de Ormaechea

PARÍS.- Nada le dio más bronca que esas dos doble faltas con las que se despidió de su Roland Garros más especial. "Lo primero que quería hacer era quemar el club... ¡Mirá si tenía bronca!", confiesa. Un abierto francés en el que fantasiosamente llegó hasta las semifinales si se considera la cantidad de encuentros disputados: seis, tres de la clasificación y otros tantos del cuadro principal. Y lo que son las cosas: Paula Ormaechea tenía apenas 9 meses cuando en esa misma cancha, la 1, en 1993, Gaby Sabatini sufría el mayor tormento de su carrera frente a Mary Joe Fernández, un suplicio de saques a la red. No llegó a eso lo de la sunchalense, ya que lejos estuvo de tener el partido prácticamente ganado, pero ese cierre la descolocó. Tanto que, antes de retirarse, empezó a revolear toallas a la tribuna. Y se retiró con la mejor de las caricias: un conmovedor y sostenido aplauso de la gente. Como un bálsamo para la tristeza y la sensación de que podría haber hecho algo más. "Sí, claro, me voy sabiendo que pude hacer más".No es hora de recargarse de sentimientos culposos para Ormaechea, que en su mejor actuación en un Grand Slam se despidió en la 3» rueda de Roland Garros al caer, en 1h41m, frente a la norteamericana Bethanie Mattek-Sands (67») por 4-6, 6-1 y 6-3. Un desempeño global altamente satisfactorio, ya que cuando llegó a París proveniente de St. Gaudens, donde conquistó un torneo ITF, su aspiración era meterse en el cuadro principal, y fue superando obstáculos. Tanto fue lo que hizo, que no habrá que pasarlo por alto: impidió que se quebrara la serie de presencias de mujeres argentinas en el cuadro de París desde 1962, fue la única dama y llegó más lejos que los ocho varones representantes de nuestro país en singles. Con dos agregados anecdóticos para su propio archivo: el gusto de haber practicado en la Suzanne Lenglen (con Schiavone) y ser incluida en la sala principal de conferencias. "Probablemente porque era la última en carrera de las que entraron desde la qualy", interpreta la argentina.La ilusión duró esos 36 minutos que consumieron el primer set. Mérito doble, porque volvió de un 0-3 en 8 minutos, luciendo demasiado nerviosa, estática e imprecisa. Todo lo contrario a su rival, eficaz, pero a la vez un himno al pésimo gusto a la hora de combinar indumentaria: toda de negro, salvo la remera, de tonalidad salmón, y medias hasta la rodilla; sumado a desplazamientos poco femeninos, completaban un biotipo más propio de un marcador lateral de...

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