Un desembarco tortuoso en la provincia imposible

María Eugenia Vidal pasó su primer mes de gestión corriendo a tres delincuentes por las rutas provinciales. Axel Kicillof, tironeando con bonistas por los vencimientos más urgentes de la deuda. La provincia de Buenos Aires tiene modos abrasivos de dar bienvenidas. Son apenas expresiones de un distrito que parece inviable en su estado actual, una entidad no resuelta del sistema federal, condenada a ser coadministrada con el gobierno nacional.

El politólogo Andrés Malamud, un crítico histórico de la estructura bonaerense, habla de "hipertrofia", "subrepresentación política" y "desestructuración interna". Hipertrofia porque alberga al 38% de la población argentina, una proporción única en el mundo. Sin embargo, al mismo tiempo está subrepresentada en el Congreso, lo que hace que los presidentes la seduzcan en tiempos de campaña, pero la marginen a la hora de la gestión. A eso se suma la desorganización burocrática que implica contar con 135 municipios, 8 secciones electorales, 12 regiones sanitarias, 19 departamentos judiciales, 25 regiones educativas y 32 jefaturas departamentales de seguridad. "La provincia es de coordinación imposible", concluye.

En reflexiones veraniegas, la propia Vidal sacó sus conclusiones sobre las "asimetrías" estructurales de la provincia que les complicaron la gestión a ella y a Daniel Scioli. Apuntó a la superposición de roles entre la Nación, la provincia y los municipios, lo que para ella lo transforma en un "sistema de administración fallido". Después habló del hecho de que aporte el 37% del PBI nacional y reciba el 23% de los fondos (aunque como remarca Nadín Argañaraz, del Iaraf, gracias a la actualización del Fondo del Conurbano haya mejorado su ingreso en 3,4% entre 2015 y 2019). Y también mencionó el atractivo que generan sus centros urbanos para migraciones internas y externas, que sobrecargan su sistema de prestación social y de salud.

Curiosamente, aun con estos problemas, algunos indicadores estructurales evolucionaron. Según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, en el conurbano mejoraron indicadores de servicios básicos como el acceso al agua corriente y cloacas, entre 2010 y 2019. Pero al mismo tiempo subió el déficit alimentario y sanitario, y el empleo formal nunca superó un tercio de la población. Es decir, el conurbano sintió con más fuerza que otras regiones del país la prolongación de la recesión económica nacional, que agravó la pobreza. A eso se suma un dato que aporta Agustín Salvia...

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