Un desbarajuste que en la campaña no se menciona

Junto con el mediano y largo plazo, eternos ausentes del horizonte argento, algunos asuntos casi no están siendo mencionados en esta campaña electoral. Uno es la corrupción, que a lo sumo presta servicios destacados en modo insulto. Javier Milei, por ejemplo, se refiere a diario a la casta corrupta, a los periodistas ensobrados, a los empresarios prebendarios. Pero sería un error burdo confundir esas adjetivaciones de tribuna con una política anticorrupción o con posicionamientos frente al problema que plantean centenares de causas judiciales atascadas, nunca se sabe si adrede o por esa costumbre que tiene Comodoro Py de confundir las sentencias con buenos vinos y añejarlas.

Tampoco el marco constitucional al que deberá someterse quien asuma el 10 de diciembre parece funcionar como natural ordenador de lo que se puede y lo que no se puede. Si un senegalés, un burkinés, un rumano o un kazajo recién aterrizado en Buenos Aires se pusiese a observar la campaña para descubrir la forma de gobierno que rige en estas tierras, difícilmente la adivinaría. Basada en la división, control y equilibrio entre los tres poderes, la estructura organizativa republicana hoy está invisibilizada por un presupuesto psicodélico: que vendrá un gobierno fuerte, imparable, el cual coexistirá en dulce armonía con una oposición colaborativa, misericordiosa o por lo menos sumisa. Semejante dinámica, por si hiciera falta aclararlo, no registra en la Argentina un solo antecedente histórico ni por aproximación, muchísimo menos cuando se trató de gobiernos no peronistas.

Del Congreso y de la Corte Suprema casi no se habla . La campaña parece estar referida a los candidatos presidenciales concebidos como individuos autosuficientes, todopoderosos, y al ritmo transformador que a ellos les apetezca en su debido momento imprimirle a la realidad. Puede que saquen el cepo en un abrir y cerrar de ojos o en varios meses. Que dolaricen todo, desde la Quiaca hasta la Base Marambio, ni bien lleguen a la Casa Rosada o a lo largo de un año y medio. Ya se verá. La campaña no es demasiado precisa respecto de los "qué", pero para ser ecuánime tampoco derrocha información acerca de los "cuándo". Y con los "cómo", queda dicho, no se mete demasiado.

Ser gradualista o, como el café que viene en frasco, instantáneo, estaría supeditado a tecnicismos de la medida bajo análisis, no a contextos políticos que la habiliten ni a acuerdos. Palabra tabú, acuerdo, que en nuestra democracia no debería ser...

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