Deprisa, deprisa

Ocurrió en 1997. Alain Clairon, el físico francés que dirigía el laboratorio de metrología del Observatorio Nacional de París, no pudo ocultar su sorpresa ante una periodista argentina que preguntaba por el reloj más exacto del mundo. Clairon atravesó los jardines con paso atlético hacia un cuarto no muy grande, a cierta distancia del edificio principal que ocupa el centro científico creado por Luis XIV en 1667, situado en el meridiano de la ciudad luz. Y allí... ¡voilà! Sobre una nada elegante mesa de metal se divisaba un paralelepípedo de dos metros de alto rodeado de pequeños instrumentos indescifrables: un reloj atómico capaz de medir el tiempo con una exactitud que dejaba sin aliento (aunque hoy fue superado), ¡apenas un segundo de error en 100 millones de años!

"Es la contribución francesa a la metrología del tiempo", se enorgulleció ese día Clairon, mientras yo observaba fascinada los hilos de luz láser enhebrados en un entramado geométrico de brillo fantasmagórico.

La compulsión por medir el tiempo nos acompaña desde nuestros orígenes. Los humanos de la antigüedad registraban el paso de las estaciones, las migraciones de aves, el movimiento de los astros, las noches y las fases de la luna. Pero corrió mucha agua bajo los puentes y la obsesión por "atraparlo" no hizo más que acentuarse. La contemplación bucólica que nos permitía aguardar con docilidad cada nuevo amanecer fue reemplazada por la urgencia. Ahora no son las horas o las jornadas las que cuentan, sino los instantes.

"Estamos en la época del nanosegundo -escribe James Gleick en Faster. The acceleration of just about everything (Pantheon Books, 1999)-. La velocidad es la forma de éxtasis de la revolución tecnológica." Y es cierto. Especialmente los que vivimos en ciudades y tenemos cierto acceso a los bienes de esta edad tecnocrática, estamos inmersos en un tsunami de cosas, información, actividades que no queremos dejar pasar. Como dice Gleick, los obsesivos del tiempo solían poner sus relojes en hora en el rango del segundo; ahora, el nanosegundo gobierna las comunicaciones globales, la navegación, los GPS .

En uno de sus diálogos, a Platón se le atribuye la afirmación de...

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