Los depredadores

El gobierno nacional ha decidido avanzar sobre los fondos acumulados por la sociedad Seguros de Depósitos SA (Sedesa), que tienen como fin proteger a los depositantes en caso de producirse un evento de insolvencia o iliquidez bancaria. Mediante el decreto 1653, publicado en el Boletín Oficial el 14 del actual, el Poder Ejecutivo ha forzado a Sedesa a aumentar del 50 hasta el 90 por ciento su tenencia de títulos públicos en su activo, por un monto cercano a los 8000 millones de pesos, debilitando su solvencia y su capacidad de cumplir con los objetivos para los que fue creada.

Desde la llegada del kirchnerismo al poder, la metodología de apropiación de cajas privadas para ser utilizadas con fines fiscales ha sido habitual y el paso dado con Sedesa no debería llamarnos la atención. Se trata de un recurso desesperado de un gobierno conformado por funcionarios que nunca han comprendido la trascendencia de la estabilidad de los contratos y de las reglas de juego, y por un ministro de Economía que ha llegado a calificar públicamente la seguridad jurídica como "palabras horribles".

Sedesa no es un caso aislado. La primera gran caja a la que recurrió el gobierno elegido en 2003 fue la expropiación de los flujos de ingresos de las empresas proveedoras de servicios públicos. Luego de la devaluación de 2002 y del inicio del proceso inflacionario que cumple ya 14 años, el Gobierno mantuvo congelada una gran parte de los precios vinculados con la energía. De esa manera, transfirió recursos desde las compañías que habían invertido en la Argentina hacia los consumidores sin necesidad de incurrir en un gasto fiscal. Con el correr del tiempo, esa política provocó la esperable desinversión y pérdida de la autonomía energética que hoy sufrimos los argentinos.

También en los inicios de su administración, el kirchnerismo siguió apropiándose de una parte cada vez mayor de la renta del campo, hasta el extremo de convertir el Estado en un socio del sector rural capaz de ganar aun cuando al campo le fuera pésimamente, al tiempo que impuso restricciones a las exportaciones agropecuarias. Así, la renta de los productores se repartió entre la voracidad del fisco y algunos segmentos de la cadena productora afín al Gobierno. Los resultados tampoco fueron edificantes. El campo soporta hoy una de las peores crisis de su historia y la Argentina consume carne y pan a precios superiores a los que rigen en los países vecinos, pese a que, como se señaló desde el Gobierno, el...

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