La democracia de los peronistas y los radicales

El 30 de octubre próximo, tres días después de las elecciones legislativas, se cumplirán 30 años de la histórica elección presidencial que marcó el regreso de la democracia al país. Los profundos cambios en el sistema político argentino, junto con las transformaciones sociológicas y las innovaciones técnicas ocurridas en ese lapso, inhabilitarían, en principio, cualquier comparación entre cómo votaron los argentinos entonces y cómo lo hicieron hace un mes en las PASO. No obstante, ese ejercicio podría ser válido si contribuyera a mostrar ciertas continuidades inadvertidas en la conducta electoral, más allá de los cambios de época.

Por cierto, hay pocas huellas para rastrear parecidos entre hoy y entonces. Del lado de la oferta electoral, no existen ya dos organizaciones que, bajo los nombres de Justicialista y Radical, posean boletas en todos los distritos como ocurría en 1983. Los partidos políticos se han diluido, perdiendo fuerza y reconfigurándose en las más diversas variantes. Las plataformas y programas, si es que puede hablarse hoy en esos términos, tampoco guardan similitud. En aquel tiempo se buscaba responder a una demanda excluyente: recuperar la democracia y la libertad. Y cada uno de los grandes partidos la interpretaba con el sello característico de su identidad histórica. Los peronistas haciendo hincapié en la justicia social; los radicales, en la calidad de las instituciones.

Del lado de la demanda, es decir, del electorado, los paralelismos que pueden trazarse son también escasos. Aquellos votantes poseían un enorme interés por la política, tenían necesidad de ella, la requerían como a un elemento vital. Adicionalmente, los estragos económicos de la dictadura también les preocupaban, pero esa inquietud estallaría unos años después. Las afiliaciones masivas y las grandes manifestaciones registradas en 1983 ya no tienen lugar. No existen la identidad radical o la peronista tal como las conocimos. Se vota por razones de contingencia más que de pertenencia. A las movilizaciones políticas actuales se concurre con una cacerola como seña de identidad, no con la divisa partidaria.

Sin embargo, y a pesar de tantos cambios, algunos datos estructurales del voto parecen incólumes. Acaso hablemos de orientaciones generales, sin la posibilidad de precisar cuál es hoy su contenido. El indicio de que algo permanece inalterado surge al comparar los resultados de las PASO con los de la elección presidencial de 1983. Treinta años atrás, el...

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