Dejen a la democracia en paz

Sergio Massa y Javier Milei en la asamblea legislativa por el balotaje 2023

Muchos dicen que Milei es un peligro para la democracia. Tal vez tengan razón: la violencia retórica y el discurso polarizante dañan la fraternidad cívica, indispensable para la convivencia ciudadana. Pero hace muchos años que los argentinos bebemos ese veneno y Milei no fue el primero en preparar el cocktail .

Por ahora, lo cierto es que Milei no propone ninguna reforma del sistema político y que varias veces ratificó su compromiso con el orden constitucional. Su autoritarismo es más gestual que sustantivo y de sus propuestas más extremas ninguna es viable: requieren mayorías que La Libertad Avanza no tendrá, o una reforma de la Constitución. Por otra parte, más allá del descontento generalizado con una democracia que sumió a la mitad de los argentinos en la pobreza, no hay razones para pensar que la sociedad convalidaría una salida autoritaria.

Lo que sí sabemos, en cambio, es que el peronismo ha tenido una convivencia incómoda con la democracia . Cuando estuvo fuera del gobierno apostó siempre por el caos: saqueos y paros generales contra Alfonsín, columnas movilizadas desde el conurbano para darle el último empujón a De la Rúa, 14 toneladas de piedras lanzadas contra un gobierno de JXC al que acusaron de ser una dictadura incluso antes de que asumiera. Si la democracia implica respeto por la voluntad de la mayoría, el peronismo no queda muy bien parado en el ranking.

Con los gobiernos K estas prácticas pasaron a una fase superior, dando inicio a un típico plan de transformación populista. Los recursos del Estado se usaron discrecionalmente para librar una guerra contra medios opositores, se distribuyeron beneficios a mansalva...

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