El dedo de Ella, ¿la voluntad de El?

Cuando una semana atrás Cristina Fernández de Kirchner anunció su esperada candidatura en la Casa Rosada, en el mismo salón donde fueron velados los restos de Néstor Kirchner, no habló de "segundo mandato" ni de "reelección". Utilizó una elíptica forma de dar a entender que se postularía: "Vamos a someternos una vez más…", dijo, sin poder terminar la frase, interrumpida por aplausos y gritos de los funcionarios e invitados especiales que la escuchaban.

Obviamente, quiso decir que se sometería al veredicto popular, que se conocerá el 23 de octubre. Pero el uso de la primera persona del plural -"vamos a someternos" - no alcanzó a ser explicado totalmente en ese momento.

Tuvieron que pasar unas horas o unos días más para comenzar a entender a qué se podía estar refiriendo la Presidenta.

Hubo que esperar a que le impusiera al gobernador Daniel Scioli a Gabriel Mariotto como compañero de fórmula en la provincia de Buenos Aires, a que les dictara a cada uno de los referentes del oficialismo en el interior del país los nombres que quería ver -y también los que no deseaba ver- en las listas de senadores y diputados nacionales, y hasta en algún caso, la de legisladores locales, como lo sufrió oportunamente el postulante a jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Daniel Filmus.

La peculiar dialéctica del "sometimiento" cristinista quedó mucho más clara.

Parafraseando a Luis XIV, principal representante del absolutismo monárquico, a quien se le adjudicó la célebre frase "El Estado soy yo", Cristina Kirchner bien podría decir "El partido soy yo". Aunque, en rigor, podría esgrimirse que el partido hace tiempo dejó de ser relevante y que, desde ahora, definitivamente no existe.

Y si es cierto, como indicaron algunos trascendidos periodísticos, que la Presidenta les confesó a algunos de sus más íntimos allegados que si no era candidata, Néstor no se lo...