Cómo se lo decimos a Cristina

"Kicillof le comió la cabeza", se lamentaba esta semana, nervioso y desalentado, un importante legislador del Frente para la Victoria en su soleada oficina del Congreso de la Nación. La cabeza que presuntamente se comió el ministro de Economía pertenece a Cristina Kirchner. Varios colegas del gabinete nacional tienen el mismo sentimiento de alarma y de secreta impotencia, aunque juran que ya es demasiado tarde para irse: se quedarán dentro del círculo de las carretas resistiendo y, si es necesario, morirán con las botas puestas. Así está el Gobierno, esperando que los salve el Séptimo de Caballería: la maldita oligarquía con la soja y los bancos extranjeros con un "blindaje". Triste ironía quedar en manos de tus vapuleados enemigos.Cada noche los políticos cumplen el rito insoslayable: preguntan con el corazón en un puño cómo sigue la hemorragia del Banco Central y comprueban que mantiene una aceleración pavorosa. A este ritmo, los anticipos y aportes no alcanzarán más que para comprar un poco de tiempo, ese bien tanto o más escaso que el dólar.Kicillof, responsable intelectual de haber convertido a un lord inglés que salvó al capitalismo (Keynes) en un protomarxista nacional y popular, es severamente cuestionado por la propia tropa. Algunos callan por disciplina o conveniencia, pero otros se atreven a filtrar temores. La Presidenta debería tomar nota de tres declaraciones altamente simbólicas que involucran a sus principales socios: la Liga de Gobernadores, la CGT oficialista y el padre espiritual del modelo. Nadie podría acusarlos de representar los intereses de la patria financiera. Maurice Closs propuso el viernes una convocatoria multisectorial para "no terminar como Alfonsín o la crisis de 2001". Antonio Caló denunció que "a la gente no le está alcanzando para comer". Y Aldo Ferrer trazó un crítico diagnóstico sobre el desorden macroeconómico y señaló la imperiosa necesidad de armar "un paquete de medidas, dejar de gastar plata en subsidios y mejorar la calidad del gasto público".Dentro del peronismo aliado a la Casa Rosada hablan de "una solución política" para salir de este laberinto explosivo. Pero ¿cómo decírselo a Cristina? ¿Cómo explicarle que lo contrario de Kicillof no son la derecha neoliberal ni los lobos de Wall Street? Porque ése es el gran truco que ha logrado instalar el ministro de las patillas. Y ésa es también la superstición política que ha adoptado la gran dama. Parece notable que haya tanta gente por ahí comiéndose la galletita de...

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