Decepción en la noche beatle

Hay submarinos amarillos de cartulina que se alzan entre la platea, hay carteles que proclaman el amor al baterista, hay todo tipo de remeras beatle , hay globos amarillos. Y también, y sobre todo, hay mucho gesto premeditado arriba del escenario y poco, muy poco, de aquel espíritu revoltoso y juguetón de los años 60. Como un show en un casino de Las Vegas, como un espectáculo de crucero, como una parodia de todo lo que alguna vez pareció sacudir de verdad al mundo, la presentación de Starr logró que la expectativa inicial de ver por primera vez al baterista beatle en Buenos Aires se convirtiera en una decepción teñida de aburrimiento.Fiel a su eslogan prestado de "peace and love", Ringo Starr llega con su equipo de "estrellas" dispuesto a repartir y compartir protagonismo. Así, tras un par de temas iniciales en los que el baterista se adueña del centro del escenario y canta como puede ("It Don't Come Easy" y "Honey Don't"), se anuncia el momento de Rick Darringer, y luego el de Wally Palmer, y el de Edgar Winter, y el de Gary Wright y de Richard Page. Un circuito que se repetirá, una vez más, luego de un tiempo "grupal y tribal" gracias a una escuálida...

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