Decepción: Una vuelta al monumental y a los viejos fantasmas

El Monumental se preparó para una fiesta, aunque la noche terminó en decepción. La carga emotiva que implicó el retorno de River a su cancha desbordó a los jugadores, que asomaron maniatados en el aspecto futbolístico y con escaso espíritu y rebeldía para revertir un desarrollo que se complicó desde el comienzo. El público imaginó un regreso de ensueño, pero todo terminó en una pesadilla, de esas que los millonarios vivieron semana tras semana durante la primera parte del semestre. Volvieron a agitarse fantasmas, esos que parecían en el olvido. La derrota 2-0 frente a Atlético Tucumán provocó dudas en la gente, también aumentó las incógnitas, esas que los éxitos fueron ocultando respecto al funcionamiento colectivo, a las decisiones que toma el cuerpo técnico... El tropiezo desnudó que hay piezas, algunas jóvenes, aunque las maduras no escapan a esta regla, a las que la presión y la obligación los entumece.Desde que se conoció la determinación de que River debería cumplir con cinco fechas de suspensión, tras los graves incidentes que se produjeron cuando el equipo perdió la categoría, el 26 de junio pasado, en la serie de la Promoción, con Belgrano, de Córdoba, jugadores, cuerpo técnico, dirigentes y simpatizantes manifestaron el ferviente deseo de volver al Monumental.Se desprendía hasta casi con desesperación por esa urgencia de actuar en su cancha, ante su gente, que desanda con hidalguía, colmando las canchas, esta sensación históricamente impensada que resulta participar del largo y espinoso camino que significa jugar en la primera B Nacional. Se hablaba del aliento, de lo positivo que sería hasta cambiarse en el vestuario Ángel Labruna. Pero todas esa ambición se convirtió en una carga demasiada pesada. Fue sólo la gente quien entendió que el Monumental es el lugar de pertenencia de River; para el equipo, por lo poco que exhibió y por las enormes falencias que enseñó, resultó una molestia.Desde temprano, la sensación de que en Núñez se viviría una tarde especial se apoderó del barrio. El desfile de personas, con camisetas rojiblancas caminando por las avenidas del Libertador y Udaondo, por el puente Labruna, fue incesante. Todos querían estar, era un día para no faltar. Las banderas de siempre, las que acompañaron al equipo cuando debió mudarse a Parque Patricios o el Nuevo Gasómetro, estuvieron en las plateas San Martín y Belgrano, en la popular Sívori, donde se ubica la barrabrava. Aunque esa perspectiva de una jornada distinta empezó a...

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