La decadencia educativa condena a la economía

Numerosas empresas y potenciales inversores se enfrentan hoy a un escollo impensable hace algunos años en nuestro país: no encuentran suficientes para cubrir los puestos laborales que ponen en juego.Esa capacitación no está sólo referida a la profesionalización que se obtiene por haber concurrido a la universidad, sino a la , con una escuela de contenidos mayoritariamente anticuados, alejados de las demandas del mercado laboral y, lo que es aún más grave, de la realidad social y cultural, y de los intereses de los chicos, que abandonan esos estudios hipotecando con ello su futuro.valga recordarlo, es un factor determinante que históricamente ha puesto a nuestro país a la cabeza de América latina. La realidad hoy es otra: varias naciones de la región nos aventajan y la explicación hay que buscarla en las prioridades que ha establecido nuestro país, aún habiendo dedicado más recursos al área educativa durante la última década.Es casi un eslogan permanente del actual gobierno el incremento de la inversión en educación, que pasó del 4 por ciento al 6,2% del PBI en poco menos de una década. El dato es valioso, sin dudas, pero los resultados no lo han acompañado como debe esperarse de un esfuerzo de ese tipo.Nuestros estudiantes de nivel medio no pueden demostrar en las pruebas internacionales PISA que son capaces de resolver problemas concretos de lengua y matemática, y la mitad de ellos han dado cuenta de que no comprenden lo que leen.Por otro lado, la permanencia de los chicos en las escuelas no ha logrado consolidarse. Cifras de diversos investigadores dan cuenta de que apenas un poco más de la mitad de quienes empiezan el secundario en el país lo terminan y que la desocupación de quienes no concluyeron esa etapa es tres veces mayor que la de quienes obtuvieron un título universitario.Poco se ha hecho, además, sobre la rejerarquización de los docentes, capacitándolos convenientemente para afrontar las nuevas demandas de un mercado laboral exigente y en constante cambio. En general, la escuela no ocupa hoy el lugar de antaño ni en la consideración del Estado ni en la de numerosísimas familias, que han delegado en la educación formal buena parte de las responsabilidades que debe afrontar el núcleo primario de formación de los chicos, que es el propio hogar.Además, se han deteriorado gravemente las relaciones interpersonales entre padres y maestros -cuando existen, pues muchos ya ni siquiera toman contacto directo-, se ha resquebrajado como nunca el...

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