El debate sobre la legítima defensa

Superado el momento de la burda mentira oficial acerca de si la inseguridad era un mera sensación, como se nos vino predicando durante los últimos años, y convencidos de que nuestro país no es sólo un lugar de paso, un caso de mercadería "en tránsito", sino además, un país productor y exportador de droga, sin contar las complejas triangulaciones de la efedrina, nos despertamos enfrentados a la dura realidad de un estado de inseguridad permanente y creciente instalado en nuestra patria.

Los episodios de violencia cotidiana, más los generados por los intentos de defensa o justicia por mano propia por parte de algunas víctimas más o menos afortunadas, han vuelto a poner sobre el tapete el debate sobre las consecuencias de la reacción del agredido frente al ataque recibido.

Así se escucha y lee hablar de asesinato del agresor o de "venganza" del agredido, con toda clase de imputaciones acerca de la actitud de quien se ha visto obligado a reaccionar ante una agresión ilegítima, como dice la ley.

Todo esto ocurre frente a un grave abandono de la garantía de protección que el Estado debe al ciudadano, falta de policías en las calles, zonas liberadas, corrupción, falta de medios o armamento obsoleto en las fuerzas del orden, entre muchas otras causas de la inseguridad, que no se resuelven con la vigilancia de las cámaras de seguridad, a veces eficaces a posteriori, pero insuficientes para impedir el delito en marcha o disuadir su comisión.

Resultaría beneficioso que hubiera más de esos recursos tecnológicos y que se facilitaran créditos blandos para comerciantes y viviendas, a fin de colocarlos en lugares estratégicos, pues ayudarían a esclarecer los hechos delictivos; pero ello no basta ni alcanza a zonas donde no tardarían en robarse las mismas cámaras.

Días pasados se escuchaba en un programa televisivo la opinión de un invitado que sostenía que la conducta correcta del agredido era tomar su teléfono celular y llamar al 911, lo que motivó la respuesta estupefacta de un ex juez en lo penal, y el asombro de la...

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