Un campeón curtido en el sufrimiento

Un torneo tan cerrado e impredecible no podía resolverse con holgura. La incertidumbre y la angustia iban a durar hasta el último instante. La tensión iba a consumir todas las energías. La frontera entre la decepción y la explosión de júbilo se anunciaba muy finita, dibujada por algún detalle, un acierto propio, un error ajeno. Nadie podía depender de sí mismo porque no alcanzan los recursos, la mentalidad o la confianza. Por méritos, ninguno era mucho más que otro. Cuatro equipos en dos canchas peleando por el título con un mensaje semejante: las dificultades para ganar, las limitaciones para establecer algún tipo de supremacía. Es el nivel futbolístico que se venía viendo y que acompañó a la consagración de San Lorenzo en una definición con mucho de nerviosismo, algunos arrestos anímicos y algo de lotería.San Lorenzo sentía que tenía una deuda consigo mismo, aunque si se contempla que hace un año y medio era un club desquiciado, con un presidente (Abdo) arrastrado por el desgobierno y un equipo que pudo descender en la última fecha y se agarró a la Promoción para seguir en primera, lo de ahora ya alcanzaba para considerarse como una resurrección, con o sin título. La reconstrucción fue acelerada y las exigencias también crecieron. Volver a ser animador ya no conformaba.En el ambiente sanlorencista se respiró la sensación de que se podía a volver a ser grande. Que estaba esa oportunidad, dos de las cuales habían sido desaprovechadas en la pálida final de la Copa Argentina ante Arsenal y en la tibia respuesta de hace una semana en el 0-0 contra Estudiantes, cuando la vuelta olímpica quedó en suspenso y alentó a los perseguidores.San Lorenzo sentía que ayer se le medía el carácter, el temperamento. Si había aprendido de los pasos en falso o era incapaz de acertar el camino correcto. Enfrente estaba este Vélez con menos puntos, pero con menos presiones, casi un invitado de última hora a la definición. Un rival que por el solo hecho de estar acostumbrado a obtener títulos en los últimos años lo convertía en un escollo peligroso, con oficio.A diferencia de lo que fue su campaña, San Lorenzo no salió a buscar el partido, lo esperó. Ya la inclusión de Ruiz por Villalba era una declaración de intenciones. El Ciclón juntó las líneas en su campo y cumplió con la misión de entorpecer los avances de un Vélez apurado, impreciso, que no encontraba huecos ni aun cuando el más inteligente y el que más sabe la pelota, Pratto, se tiraba atrás para armar juego.Con menos...

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