Cuatro estadios para Messi y Mascherano

El salto físico y anímico de Leo Messi en los últimos meses es tan claro que dan ganas de que la final de Brasil 2014 se vuelva a jugar el fin de semana próximo. En aquellas inolvidables cuatro semanas, Messi ofreció un Mundial de chispazos, de instantes, pero nunca de partidos. Y así y todo fue la gran explicación de que Argentina se instalara en cuartos y no se fuera en la primera fase. Pero este Messi no es aquel Messi, y nada es casual: si el "10" llegó a la cita de su vida por debajo de lo esperado fue porque venía de la temporada más compleja de su carrera. Aterrizó en Brasil y el Maracaná con mil por ciento de motivación, pero no en su mejor estado físico y futbolístico.

Algo de lo que sucedería pudo intuirse en la medianoche del 16 de abril de 2014 tras el 2-1 del Real Madrid sobre el Barcelona en la final de la Copa del rey de España. Messi no era Messi, por momentos parecía desentendido de su equipo, el mismo al que llevó a éxitos impensables de no haber mediado su aporte. "No veas cómo están los jugadores en el vestuario del Barcelona? Furiosos con Messi. Dicen que los ha dejado tirados". La frase salió de los labios de un alto responsable del fútbol español que vivió en el vestuario los minutos posteriores a aquella derrota del Barcelona. Justa o no, la sensación de millones de espectadores no fue muy diferente: Messi se había desentendido de su equipo. ¿Era posible? ¿Messi, el que quería jugar y ganar siempre?

Lo era. Una combinación de problemas en sus negocios, de enojo por el salario de Neymar y una mejorable puesta a punto física lo apagaron en los meses previos al Mundial. Verónica Brunati, que en la página 7 refleja hoy aspectos no tan conocidos...

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