La cruzada del odio

Cuando en la corte de Westminster le preguntaron su nombre, respondió: "Mi nombre es muerte a los traidores, libertad para Gran Bretaña". Un par de días atrás, antes de atacar a Jo Cox (41) en la calle y a plena luz del día -lo que es decir, antes de apuñalarla, dispararle tres veces mientras estaba en el piso y seguir apuñalándola-, había gritado varias veces "Britain First (Gran Bretaña primero)", grito de guerra del partido de ultraderecha británica del mismo nombre, hogar de nacionalistas extremos y antiinmigrantes y, por supuesto, antieuropeos. Thomas Mair, de 52 años, era el clásico vecino opa pero bien dispuesto para dar una mano con la poda del jardín o alguna tarea doméstica complicada o tediosa. Sus vecinos no imaginaban que Tommy era capaz de tanto odio y que pagaba regularmente suscripciones a publicaciones neonazis de EE.UU. y Sudáfrica, entre otras. Nunca se les hubiera ocurrido que ese vecino con dificultades para conseguir un trabajo estable podría convertirse en el salvaje asesino de una abogada, diputada laborista y vigorosa militante por los derechos humanos, además de madre de dos chicos. Cox había recibido amenazas, en sintonía con su campaña por la permanencia de su país en la Unión Europea, de cara al referéndum del 23 de junio. Pero esa tarde estaba sola. Había ido a charlar con los vecinos para convencerlos de votar en contra del Brexit, como llaman a la posible salida de Europa. Estaba saliendo de la biblioteca pública de Birstall, en Leeds, tal vez pensaba volver a casa para ayudar a los chicos con la tarea o se preocupaba por una llamada que no había hecho. No sabía que ya nada tendría sentido. Antes de caer, lo último que Jo Cox vio fue la cara de su asesino.

En septiembre de 2003, Anna Lindh entró con una amiga al local de ropa Filippa K, en el shopping NK, de Estocolmo. Pese a que su rostro se veía en carteles y en la televisión a toda hora pidiendo el voto por el sí al euro en el referéndum que iba a tener lugar en esos días, esa tarde Anna no era una abogada socialdemócrata, ni la canciller sueca, ni la madre de dos hijos, sino apenas una mujer de 46 años con ganas de comprarse ropa en buena compañía. Nadie vio entrar a Mijailo Mijailovic; sí, en cambio, lo vieron sacar el cuchillo y apuñalar a Lindh en los brazos y en el abdomen hasta el hastío. Quienes presenciaron el ataque hicieron todo por separarlo de su víctima, pero no lo consiguieron. Anna Lindh murió al día siguiente. El joven asesino, de origen...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR