Entre la crueldad y una fantasía absurda

La figura de Emilio Eduardo Massera siempre rondó por espacios intermedios entre lo simbólico y lo real. Algunos lo definieron como alguien identificado visceralmente con lo sombrío y hasta con lo cruel; otros prefirieron verlo más como la representación abstracta o idealizada de esos rasgos trágicos. Visto ahora, desde la perspectiva que dan los años confusos transcurridos desde la época de su actuación, refleja una imprecisa noción de irrealidad, de fantasía desbordada o absurda.Ambicioso por naturaleza, fuertemente atraído por el poder, en términos de lenguaje político su descripción se ajusta más a la del aventurero que a la del hombre de gobierno.Nunca escondió su afán de escalar posiciones e hizo constante alarde de ciertos rasgos en principio positivos, pero que actuaron como factores distorsionantes, acaso por falta de equilibrio.Uno era el pragmatismo a todo trance, la deliberada y expresa distancia de creencias, convicciones o ideologías, actitud que llegaba hasta un punto en que se confundía con el mero cinismo. Otro era la frialdad, cualidad sustantiva para un soldado y para un político, pero que en él se trasmutaba en agresividad sistemáticamente destructora.Además, era activo, sagaz y osado. Teniente de fragata en 1955, acompañó al contraalmirante Aníbal Olivieri, ministro de Marina de Perón, en la sublevación de junio de ese año. Ajeno al grupo que pasó a conducir a la Armada tras el derrocamiento del líder justicialista, tuvo el tino de saber perderse entre el montón y salvar una carrera estimable, arquetipo de lo que años después sería conocido como el "profesionalismo oculto".ArraySu oportunidad llegó en 1972, cuando acababa de ser ascendido a contraalmirante: se lo designó representante de la Marina ante la Comisión Coordinadora del Plan Político, función que le permitió asomarse a las antesalas del poder. Fuere por olfato o por sentido común, reconoció como inevitable la llegada del peronismo al gobierno y se apresuró a variar el rumbo en la dirección adecuada.Hacia 1973, el Perón del regreso reparó en él y lo creyó útil para hacer pie en una institución que siempre le había sido adversa, con el reaseguro adicional de que el marino nunca podría superar las limitaciones de la estructura que integraba. Se asegura que el fundador del peronismo solía decir: "Este mozo Massera ha cometido un error que lo inhabilita para casi todo: haber aprobado el examen de la Escuela Naval". Verdadera o falsa, la anécdota circuló con alguna insistencia...

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