El cruel arte de echar culpas

En una demanda colectiva que se tramita en Estados Unidos contra Apple aparecieron ciertos correos de Steve Jobs. En el juicio se acusa a la empresa de monopolio por obligar a los usuarios de los dispositivos a la utilización de la tienda musical iTunes.

Uno de los correos electrónicos -en el que le responde a un usuario al que se le mojó su computadora y no logra que la marca la reponga-, Jobs se refirió a una especie que aún no ha pasado por estas letras: los echadores de culpas. "Esto es lo que sucede cuando tu computadora sufre daño por el agua. Son máquinas profesionales y no les gusta el agua. Parecería que sólo buscás a alguien con quien enfadarte en lugar de hacerlo contigo mismo", contestó el creador de Apple al molesto usuario.

La anécdota describe la conducta de algunos personajes que pululan como reptiles en las organizaciones modernas. "Me gustó eso de organizaciones -dice el Gurú de la cortada de la calle Estomba con una simpatía poco frecuente-. En este tema no se puede hablar sólo de empresas. Los echadores de culpas se reproducen como conejos en todos lados. Y en el Estado moderno ni le cuento."

Como para cada una de las tareas en una organización, también hay un protocolo para echar la culpa a otro. Lo primero que hacen estos personajes es saber exactamente cuál es el problema. A diferencia de otros con características negadoras, los ejecutivos en cuestión tienen un envidiable olfato para aproximarse al tema.

Una vez que el mapa está listo, los echadores de culpas pasan a la fase dos: encontrar rápidamente una excusa para poder arribar a la conclusión de por qué sucedieron los hechos.

Hasta ahí se los podría catalogar como eficiente management. Pero claro, llega la tercera fase: encontrar un...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR