Crónicas del miedo

"Eso que llaman timidez es, en realidad, miedo". Así, apelando a lo que algún conocido había escrito recientemente en las redes, un amigo me definía. Probablemente también se definía a sí mismo y a una vasta multitud más o menos silenciosa, más o menos taquicárdica: nosotros, los tímidos. Temerosos del éxito, pero también del fracaso; recelosos del tono de la propia voz (un espanto, si se alza demasiado; un horror, si se apaga hasta la nada); gestores de múltiples máscaras que solo buscan atenuar la mueca última, definitiva, a veces odiosa. El miedo.

Si hasta mi abuelo, aquella estampa familiar de la guerra española, fusiles, mano dura y orgullo bélico, se confesó alguna vez apocado e inseguro. "¡Esa timidez te va a arruinar la vida!", me decía al recrear la frase que durante cierta jornada le habría dicho a él, jovencísimo exminero devenido militar, un superior del ejército de la República. Era extraño cómo en el relato de la épica guerrera se introducía esa otra épica, mandato y gloria del inmigrante: el ascenso social. Y otra vez el miedo, hiriente como un dardo envenenado. Por supuesto, faltaba más: pánico a defraudar.

Tuvo que ser una voz de tono castizo, impregnada de tantos giros conocidos, la que, hace unos días nomás, me despertara el volcán engañosamente apaciguado de los miedos continuos. Albert Pla, catalán, músico y actor. Una hechizante puesta en escena multimedia. Una obra teatral con un nombre que lo resume todo y no necesita aditamentos: Miedo.

El sábado pasado, el Teatro Regio rebosaba. Éramos muchos -lo han venido siendo, al menos desde enero, cuando se presentó la obra- los que aceptamos el desafío: 80 minutos de inmersión en las tinieblas. Cerca de hora y media de mirar de frente eso que buscamos disimular, con una y mil piruetas, día tras día. "El mayor de los miedos es, en realidad, el miedo a la vida", dice el artista en un pasaje especialmente álgido. Que te recontra, Pla, dan ganas de retrucarle.

Me habían hablado del trabajo del dúo de artistas argentinos Mondongo en esta puesta. Efectivamente: el ensamble con las oscuridades visitadas por el catalán es demoledor. Todo resulta...

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