Cristina y el insólito Doctor No

A partir de su triunfo en la elección nacional, la presidenta tiene todo el poder. No hay alianzas ni pactos políticos en este gobierno. El vasto aparato oficial queda al servicio de una persona. Ha sido la voluntad de los argentinos. En mi opinión, llevados por el miedo a perder alguna hebra del consumo. Para otros, porque la mayoría se ha plegado con entusiasmo a una revolución en marcha.

La concentración de poder es un hecho. A partir de esta realidad, no queda margen para los "apoyos críticos". Es tan grande la suma de facultades, que no admite medias tintas. Ya no se puede nadar y salvar la ropa. Hay que mojarse. El Gobierno lo ha querido así, desde que convirtió un reclamo agrario en una disputa que zanjó este país en dos bandos. El que protesta o discrepa merece un anatema: se le acusa de "poner palos en la rueda" ya que el poder en la Argentina se piensa a sí mismo como una revelación. No es la mera administración de los negocios públicos y ni siquiera un camino común empedrado por santos y pecadores, hijos y entenados, partidarios y no partidarios. Es una gran marcha. La Marcha.

En la prensa se habla mucho del exclusivismo presidencial. No hay gabinete, se dice. Los ministros no cuentan, y cuando cuentan, como en el caso del secretario de Comercio, tienen una mirada y una fraseología airada, particular. El tal funcionario, se dice, produce exabruptos porque tiene un bill de impunidad, debido a que es muy temperamental. Se decía lo mismo del difunto ex presidente Kirchner.

Nunca he escrito una palabra sobre el tema. Mi mirada no es personalizada, y me parece menuda la crítica sobre lo que haga o no haga con su gabinete el o la presidente. Según la Constitución, los ministros son delegados del primer mandatario. Son empleados casi personales del presidente, sus colaboradores. Son fusibles. Un presidente tiene el derecho de hacer lo que se le da gana con ellos. Incluso, llevando este concepto al absurdo, podría nombrar un ministro y ordenarle que se encierre en su despacho a llenar crucigramas. La crítica a los auxiliares del gobierno es por fuerza menor, y siempre tiene un costado chismoso. La opinión pública, por supuesto, puede opinar, y de hecho así lo hace, sobre la calidad humana o profesional de los colaboradores del Poder Ejecutivo. Pero, en este o en cualquier otro gobierno surgido de una Constitución de extremo presidencialismo, como es la argentina, podría decirse que el gabinete no existe. Es así porque así lo ha querido...

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