Para Cristina, un éxito sólo de ella y de Néstor

Quienes dialogaron ayer con Cristina Kirchner escucharon, después de transmitirle las felicitaciones de rigor, el mismo mensaje: "Ha sido reconocida mi gestión de cuatro años; y también los cuatro de él, que quede claro". Lo que parece una obviedad esconde un significado sólo descifrable para la codificación kirchnerista: el del domingo es un respaldo al Gobierno y no sólo un repudio a la oposición. Es un revés para un discurso al que le resulta imposible aprobar siquiera algo de lo que el oficialismo vino haciendo desde 2003. Así lo leen en Olivos.

Cuando se repasan con algún detalle los resultados de las primarias, se advierten las razones de esa interpretación oficial. En principio, la Presidenta y sus acólitos se ufanan de haber obtenido el 50% de los votos en una elección que no fue polarizada. "En un escenario como el de 1983, Alfonsín o Luder, es fácil para el que gana quedarse con la mitad del electorado. Pero, dada la dispersión actual, la mayoría que eligió a Cristina está expresando una adhesión, no sólo descarte", señalaba ayer un relevante dirigente del PJ.

Hay una dimensión cualitativa que justifica el triunfalismo. La Presidenta produjo un fenómeno central para la historia de su grupo: reconquistó el voto agropecuario, que había puesto en fuga el conflicto de 2008, y superó su propia marca en los grandes centros urbanos, en los que había perdido en 2007.

Algunos datos. La señora de Kirchner se impuso en la Capital (30,08%), Córdoba (31,15%), La Plata (40%), Bahía Blanca (44%), Mar del Plata (50%), San Isidro (31%), Vicente López (28,78%), ciudades en las que había caído cuando ganó la Presidencia. En Rosario no pudo superar, pero casi empató a Hermes Binner (38,04% a 37,34%). Son porcentajes relevantes con independencia de los antecedentes. No se pueden aislar de las razones económicas que inciden en el voto, en este caso, poderosísimas. Pero tienen un significado político, en alguna medida, independiente de ese factor.

Una característica central del ciclo que se abrió en 2001 es el colapso del radicalismo, entendido como el instrumento que los sectores medios prefirieron para intervenir en la vida pública a lo largo de más de un siglo. Ese agujero negro es tan relevante como la emergencia de los Kirchner para explicar esta época. Los procesos suelen atribuirse más a lo que hay que a lo que falta, y esa es la razón por la cual no se suele calibrar la importancia de esa ausencia. El juego político que se abrió hace diez años...

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