El crimen de Fernando Báez Sosa: las peleas en Zárate fueron claves para establecer las penas de perpetuas para el 'clan criminal'

Los condenados por el asesinato

La diversión nocturna era pelear. O mejor, pegar. Desde el mismo momento del arresto en una casa alquilada en Villa Gesell, empezó a conocerse la repetición de agresiones que habían transformado a un grupo de jóvenes en el terror de los boliches de Zárate. Siempre se encontraba alguna excusa. Una mirada fuera de lugar, un vaso que derrama alcohol, un simple pisotón al pasar entre la muchedumbre, cualquier detonante provocaba una explosión de agresividad. Así lo recordaron quienes fueron víctimas de la patota en Zárate. Y esa reiterada actitud de bravucones finalmente los llevó a la cárcel. A prisión perpetua en cinco casos. A 15 largos años, en otro tres. Esos puñetazos y patadas dados en su ciudad natal repercutieron en el tribunal de Dolores. Fue esa experiencia en grescas callejeras el factor más importante con el que la jueza María Claudia Castro fundamentó la premeditación en el homicidio de Fernando Báez Sosa.

"No solo eran amigos, sino que no fue la primera vez que se organizaban para pelear", definió en la sentencia la magistrada que redactó el voto que fue compartido por sus colegas Christian Rabaia y Emiliano Lazzari.

Los jueces María Claudia Castro, Christian Rabaia y Emiliano Lazzari (izquierda)

La presidenta del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 1 de Dolores citó a los testigos, entre ellos Juan Pedro Guarino, que en el juicio señalaron la costumbre de golpear en grupo a personas aisladas que tenían Máximo Thomsen, de 23 años; Luciano Pertossi, de 21 años; Ciro Pertossi, de 22; Enzo Comelli, de 22; Matías Benicelli, de 23 (todos condenados a prisión perpetua); Ayrton Viollaz, de 23; Lucas Pertossi, de 23, y Blas Cinalli, de 21 (con penas de 15 años de cárcel). Y eso fue tomado en cuenta en el momento de establecer que los ocho mencionados "acordaron atacar a golpes" a Báez Sosa.

El fallo no deja lugar a dudas sobre el peso que los ataques a otros jóvenes -relatados durante las audiencias por testigos y los propios damnificados por golpes en Zárate- tuvieron en la definición de la sentencia. Si bien la alevosía fue un agravante comprobado por el tribunal frente a los golpes a traición que derribaron a Báez Sosa y las posteriores patadas cuando este se encontraba indefenso en el suelo, la premeditación en el crimen fue decidida por esa experiencia de pegar en patota, situación que volvió innecesaria la asignación de roles en la madrugada de Villa Gesell, porque cada uno sabía qué hacer.

"Como se...

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