¿Qué cosecha un país cuando siembra cuerpos?

Son cuarenta y tres y hacen falta: los busca todo un país. Se los llevaron aún no se sabe dónde; tampoco se sabe si están y, si están, cómo están. Son jóvenes, estudiantes de magisterio, ambiciosos de saber para enseñar. Son jóvenes, son pobres y protestaban, un escenario molesto para poderosos acostumbrados a marcar la cancha. Todo México, o al menos el México honorable, necesita que los normalistas de Ayotzinapa, Iguala, en el estado de Guerrero, secuestrados el pasado 26 de septiembre, el mismo día en que seis de sus compañeros fueron asesinados, regresen.

La historia es compleja, mezcla el hambre de siglos, con la corrupción y el narco de décadas. Muchachos encendidos, una guerrilla compuesta por cuadros surgidos de la miseria, policía a las órdenes de alcaldes inmorales y sujetos a la ley de la droga, un cóctel apestoso que corroe al país. Gobernantes corruptos en territorio narco, en un estado gobernado por un partido de izquierda: una mancha perturbadora que obtura muchos reclamos. Un presidente cuestionado por los familiares y que promete investigar hasta las últimas consecuencias, compromisos frente a las cámaras, todo de manual. Policías detenidos declararon que entregaron a los chicos a miembros del cartel Guerreros Unidos y que luego ellos los asesinaron. Desde entonces, cada día se descubre una nueva fosa clandestina con cadáveres. Pero son otros muertos, no los cuarenta y tres.

"¿Qué cosecha un país que siembra cuerpos?": estremecedora, la frase se repetía en los carteles de la última marcha que juntó a cientos de miles en el Zócalo, la enorme explanada del DF donde el más grande se siente una migaja. Escritores, intelectuales, artistas, cada uno a su modo, buscan poner en palabras y en imágenes el drama y la pena colectiva. Escribía Juan Villoro en estos días que en los años 60 dos tercios de los habitantes de Guerrero eran aún analfabetos y fue entonces cuando surgió la Normal, "para mitigar ese rezago". Contaba también que en esa zona donde "se dirimen discrepancias a balazos" los movimientos insurgentes nacieron siempre después de matanzas y que ser maestro allí es un oficio de alto riesgo.

Elena Poniatowska (82), que escribió la mejor literatura homenaje a los estudiantes muertos en la masacre de Tlatelolco de 1968, estuvo en el Zócalo. "Regrésenlos", se llama su texto: lo leyó buscando que cada uno de los cuarenta y tres nombres tuviera entidad propia y no se perdiera en la marea humana de la tragedia, que muchas veces...

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