Hay cosas que no tienen retorno

El país cambió radicalmente en estos últimos ocho años. Quienes están disconformes con la conducción actual deben estar preparados para saber que si se diera el caso de la asunción de otro gobierno, no hay retorno posible sobre cuestiones de peso en lo concerniente a la organización de la República.

El país ya no es de aquellos hombres de una supuesta buena voluntad que sueñan con el orden y el progreso. Ese orden ya no existe. El modelo sueco no existe. El modelo coreano tampoco. Ni el chileno. Ese sueño principesco de una sociedad integrada en la que sus agentes aceptan su lugar y se disponen a mejorar sus condiciones de existencia en marco de la ley, del respeto por la propiedad privada y del derecho del prójimo, no existe. El país de la igualdad y de la redistribución de la riqueza es un emblema vacío de campañas políticas a pura retórica. Ni hablar del contrato moral.

La Argentina no es un desierto a la espera de ser colonizado por pioneros del bienestar ciudadano según reglas de una civilización madura y equilibrada. La pobreza en la Argentina no es silenciosa ni resignada. Todos quieren más. Los que nada tienen quieren más, los que tienen todo también quieren más. Y los que están en el medio de ninguna manera quieren menos.

Todos los sistemas son inestables. Ninguno asegura una consistencia a prueba de crisis. Ni siquiera podemos apostar a la mentada destrucción creadora para consolarnos con una ley histórica progresiva. Sin corrupción seguirá habiendo pobreza, y hasta miseria.

Los de arriba creen que si se sentaran a conversar con mesura y generosidad, el clima de la República variará sustancialmente. Esta idea del diálogo y el consenso entre sectores y dirigentes en pos de la paz social rezuma un idealismo acrítico. La Argentina está levantada. Desde Jujuy hasta la avenida 9 de Julio. Pueblos originarios de Formosa, habitantes sin techo de la Puna, chacareros del Litoral, camioneros de todo el país, obreros de Sueños Compartidos, docentes de la escuela pública, una lista interminable que se moviliza todos los días, no lo dejará de hacer porque un par de dirigentes del radicalismo, del peronismo federal, del Pro, del Frente Amplio Progresista, o del sciolismo, se saquen sonrientes una foto.

Para muchos una situación como ésta resulta de una política que nos ha llevado al desastre. En realidad venimos de un desastre que se llamó 2001, y que fue el fruto de una política que muchos escandalizados de hoy aprobaban con entusiasmo...

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