Cosas de chicas

Limpio. O, más bien, ordeno. Vacío cajones, desarmo armarios; me sumerjo en el polvillo acumulado por casi un año, clasifico, descubro, tiro.

Dos fines de semana ofrendados a la tarea. Dos fines de semana en función de que los próximos meses sean más apacibles, y que las cosas más o menos se encuentren, y que haya acuerdo entre una casa tan pequeñita y sus tres habitantes tan, pero tan propensos al caos.

Ordeno. Paso un trapo por estantes olvidados. Acomodo juguetes, libros, frascos, papeles, ropa. Me agoto. Me digo que con la llegada de Marie Kondo y sus best sellers, ordenar se ha vuelto un emprendimiento inesperadamente cool. Ajá. Recuerdo que este tipo de limpieza los japoneses la llaman oosouji, el ritual que implica, cada fin de año, despojarse de lo que ya no se necesita para recibir lo que trae la nueva etapa. Nuestro Año Nuevo ya ocurrió, pero podría imaginar que estoy haciendo mi oosouji personal en vistas de, pongamos, el año nuevo chino, a celebrarse dentro de unos días. En fin. Me prometo unos cuantos meses a no perder tiempo buscando por horas el cinturón de tal saco; me consuelo al pensar que no voy a comprar por segunda vez algo que ya había comprado pero, ay, se había perdido en el fárrago de objetos que suele desbordar nuestros cajones.

Me canso. Respiro, tomo agua. Sigo. Pienso en aquellas monumentales "limpiezas generales" que mi madre, ama de casa de esas que vienen con blasón, hacía sospecho que más de una vez al año. En soledad: marido en el trabajo, los chicos en la escuela. Yo también acometo sola esta, mi no limpieza general, mi orden hasta donde pueda. Solo está la gata para escucharme bufar entre parvas de objetos en desuso. Cosa de chicas. Y cuánto.

Si hasta la sofisticada Clarice Lispector -lo intuyo, cómo lo intuyo-estaba bien al tanto de estos menesteres. Por eso en alguno de sus cuentos un ama de casa descansa, laxa, diciéndose que en un rato, sí, en un rato, pondrá manos a la obra y limpiará a fondo la casa. O la increíble protagonista de esa increíble novela que es La pasión según G. H., en la que, antes de devorarse la famosa cucaracha, ingresa al cuarto...

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