Se corta la cuerda con los laboratorios

Ocurrió un viernes, probablemente el peor día de Macri desde que llegó a la Casa Rosada. El dólar había saltado esa semana de 30 a 40 pesos y faltaban horas para que cuatro dirigentes afines a Cambiemos -Prat-Gay, Melconian, Lousteau y Sanz- rechazaran la propuesta de sumarse al Gobierno, lo que desencadenó ese fin de semana enojo del Presidente y una crisis que trascendió desde Olivos a la prensa en tiempo real. Ese 31 de agosto llegó al PAMI una explosiva carta firmada por los laboratorios nacionales: como consecuencia de la corrida, que multiplicaba sus costos, proponían rescindir el acuerdo que meses antes habían firmado con el Gobierno para la provisión de medicamentos a la obra social.Eran tantas las urgencias generales que casi nadie reparó en el asunto. Cilfa, la cámara que nuclea a los laboratorios grandes, se lo había adelantado personalmente un día antes a Sergio Cassinotti, director del PAMI, mientras crecía la incertidumbre cambiaria y proliferaban tensiones en el gabinete, donde se echaban culpas por un anuncio fallido del Presidente que terminó de disparar el dólar: en la mañana del miércoles, Macri había dado por cerrado un acuerdo todavía inconcluso con el FMI.El texto, que estaba firmado por Cilfa y Cooperala, las dos entidades nacionales, llegó en medio de toda esa convulsión. Será difícil que, en adelante, los macristas olviden el momento elegido. Elisa Carrió, por ejemplo, lo equiparó con un golpe de Estado. Es cierto que la posibilidad de una rescisión unilateral estaba escrita en el contrato y que, además, resultaba atendible desde la óptica económica. La corrida volvía inviables condiciones que la Casa Rosada venía celebrando desde marzo como un ahorro histórico para los jubilados: establecían, por ejemplo, que el PAMI actualizaría solo 70% de la inflación de los productos que compraba.Pero el Gobierno creyó ver intencionalidad política por algo que estaba pasando simultáneamente en sus filas: la propuesta de los laboratorios llegaba justo el fin de semana en que Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, los orfebres del convenio y los funcionarios más resistidos por el sector, eran apartados del gabinete. La industria no solo había aceptado a regañadientes lo pactado en marzo, sino que detestaba los modos del interlocutor que tenía asignado, Lopetegui, sobre cuyas decisiones veía siempre la sombra de Quintana, a quien el Gobierno había apartado formalmente del trato con empresas por cuestiones de incompatibilidad: era...

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