Coronavirus: otras voces y otros ojos para salir de la cuarentena

La salida de la cuarentena exigirá instrumentos de precisión. Habrá que dejar el serrucho y la cuchilla para tomar el bisturí. Se necesitará, además, una mirada más amplia y abarcativa. No solo enfrentamos una amenaza viral; enfrentamos el riesgo de un colapso económico, de una desmoralización y una angustia colectivas, de una generalizada anemia social. Enfrentamos la necesidad de repensar nuestros sistemas de educación, de transporte de pasajeros, de funcionamiento en los espacios públicos. Como dijo el brillante Andrés Malamud: "La epidemia es un asunto demasiado serio como para dejarlo solo en manos de los sanitaristas". Pero es un desafío que, además, les queda grande a todos los gobiernos.

Hay preguntas que buscan respuesta: además de un comité de epidemiólogos, ¿el Gobierno tiene o está buscando el asesoramiento de expertos en otras materias para enfrentar lo que vendrá? ¿Tenemos datos duros, información y estadísticas confiables y rigurosas para aplicar recetas y modelos eficaces? ¿Sabe el Estado cuántas personas, exactamente, han dejado de percibir ingresos durante la cuarentena? ¿Hay una radiografía precisa de los rubros productivos más afectados? ¿Hay datos sociológicos sobre las condiciones en las que enfrenta la población el aislamiento obligatorio? ¿Sabemos, por ejemplo, cuántas personas viven solas en los centros urbanos por cada franja etaria? ¿Sabemos cuántos empleados viven a más de 10 kilómetros de sus lugares de trabajo? ¿Sabemos cuántos alumnos van a la escuela en transporte público? ¿Cuántos estudiantes y cuántos docentes tienen computadora en sus casas? ¿Cuántos clientes bancarios operan por home banking y cuántos jubilados cobran por cajero? Sin datos de ese tipo, corremos el riesgo de que todo sea al voleo. Y que la salida gradual de la cuarentena pueda convertirse en un proceso traumático y caótico.

Muchos de estos datos faltan, porque también falta el aporte de muchos especialistas. A los empresarios no solo habrá que ayudarlos; habría que convocarlos para que aporten ideas. Tenemos en el país algunos de los mejores emprendedores tecnológicos. ¿El Gobierno no se tendría que sentar con los líderes de Mercado Libre, de Globant, de Despegar y de OLX para consultarlos sobre logística digital? ¿O está prohibido hablar con los CEO? Habría que llamar también a psicólogos y psiquiatras, a expertos en inteligencia artificial, en estadísticas y geografía poblacional, a diseñadores de software, incluso a artistas, filósofos...

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