Coronavirus en la Argentina. Los peligros que acechan a Alberto Fernández en la cuarentena sin fin

Cuando entró al laberinto de la Alberto Fernández postergó por la fuerza la batalla para salir de la recesión, la misión urgente que era razón de ser de su gobierno recién nacido. Cien días después sigue buscando la salida, con la certeza ingrata de que al final lo espera lo mismo. Pero peor.El le concedió un respaldo amplísimo; un aire de liderazgo sin partidismo que disimuló de un plumazo el con que su administración había tratado el coronavirus que sacudía a medio mundo. Europa era un espejo que adelantaba imágenes de horror aquel 20 de marzo del primer anuncio, cuando en la Argentina había 158 personas con Covid-19 detectado y apenas tres muertos.El remedio exitoso para contener los contagios se convirtió en dogma instantáneo. En la atmósfera apocalíptica del otoño, se impuso el "cuarentena o muerte" como un imperativo ideológico. La fantasía de la unidad nacional se resquebrajó con el paso de las semanas, en un regreso paulatino a la confortable tensión de la grieta.Expuesto al aplauso y la protesta, Fernández no desconoce -lo dijo ayer- el hartazgo de la sociedad con el encierro que se eterniza. La angustia por la parálisis en la actividad, la pérdida de empleos y la falta de luz al final del túnel empiezan a desnudar las flaquezas de la comunicación oficial."Salvemos vidas y ya habrá tiempo de pensar en la economía", es una frase de cabecera que no hace el mismo efecto que antes. La vida misma queda amenazada por el desastre económico, como pareció filtrarse ayer por primera vez en el mensaje de Fernández. El drama es que la evidencia se asume cuando crecen los contagios y las muertes, y el confinamiento se cristaliza como inevitable. Fernández enfrenta el reto sanitario al que supeditó todo lo demás. Ganó tiempo, no inmunidad. Ni 100 días de preparación alcanzaron para asegurar que el sistema sanitario evitará los desbordes que agobiaron a países con espaldas mucho más anchas.La ilusión de que la pandemia da licencias también se resquebraja. Bajo esa premisa, el Gobierno se lanzó a la emisión monetaria a tiempo completo (superó la barrera del billón de pesos), confió en un acuerdo para reestructurar la deuda aún irresuelto, toleró una movida para liberar presos peligrosos y se embarcó en la aventura indescifrable de la "soberanía alimentaria".La autoridad del Presidente, forjada en su papel en la lucha contra el virus, quedó minada por la injerencia a cara descubierta de la vicepresidenta Cristina Kirchner en decisiones clave...

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