El contrato de la corrupción

Las denuncias sobre corrupción, que alcanzaron su apogeo hacia mayo y dañaron al Gobierno, no ocupan un lugar relevante cuando faltan 50 días para las elecciones legislativas. Siempre están latentes las acusaciones de ilícitos, y de hecho las hay, pero no alcanzan la trascendencia que tuvieron hace unos meses. Si se analizan, por otra parte, las razones de voto en las recientes primarias, se observa un conjunto de factores entre los que la corrupción ocupa un lugar más modesto que otros motivos.

Al estudiar la percepción del fenómeno a través de los sondeos, se llega a conclusiones reveladoras. La primera es que, comparada con otras preocupaciones públicas, la corrupción se mantiene relativamente estable en los últimos años sin alcanzar la importancia de otras cuestiones. Según datos de Poliarquía, en 2006, un año antes del inicio de la presidencia de Cristina Kirchner, la población argentina estaba básicamente preocupada por la inseguridad y la desocupación, que insumían el 50% de las menciones. En ese momento, la corrupción inquietaba al 5% de los argentinos y la inflación, sólo al 1%.

Siete años después, el ranking de problemas sufrió cambios significativos, pero la corrupción apenas sobresale. Acaso el dato más espectacular es que la intranquilidad por el desempleo, que era mencionada por el 25% de los encuestados en 2006, se derrumbó ahora al 7%. Ese logro se ve compensado por el incremento de la mención de dos problemas que se encuentran entre las principales razones de la derrota electoral del oficialismo: la inseguridad, que pasó del 25 al 34%, y la inflación, que se multiplicó exponencialmente: de 1 trepó a 13%. En ese contexto oscilante, la referencia a la corrupción aumentó, aunque sin destacarse: era mencionada en 2006 por el 5%, ahora alcanza el 8%, habiendo perdido 5 puntos desde la cima de las denuncias, en mayo.

Tal vez una evidencia resulte crucial para entender el modo en que funciona la percepción de corrupción. Se trata de la correlación entre cómo se aprecia la evolución de los ilícitos y el consumo. Los datos son consistentes: cuando desciende la confianza del consumidor, la población tiende a creer que la corrupción se agudiza. Al contrario, cuando se afianza la convicción en el consumo, la corrupción pasa a segundo plano. Así, durante el período recesivo de 2008 y 2009, más del 60% de la población pensaba que la corrupción estaba empeorando. Al cabo de dos años de recuperación económica, a fines de 2011, esa...

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