Contrastes

El verano es una temporada aspiracional. Es como habitar una publicidad extendida, en la que hay que mostrar cuántos libros serán leídos, qué fabulosas vacaciones se disfrutan, con sus idílicos y fugaces romances previstos por horóscopos o sus autorretratos en modo zen después de varias siestas que el trajín de la City y los empleos no permitieron. Con esa inspiración se multiplican en las redes las fotos de atardeceres únicos, los menús gourmet, las mesitas de luz trasplantadas al jardín junto a un vaso que promete una exquisitez del buen vivir. Algo así como "imágenes de libertad" que el calendario de este hemisferio...

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