Construir la ruta de una manera más sólida

Qué raros somos los seres humanos, que hacemos todo lo que hacemos en pos de obtener una rutina más o menos armónica y, una vez que estamos inmersos en ella, comenzamos a sentir el ardor de la frustración. Siempre necesitamos una zanahoria frente a nuestras narices que nos mantenga en movimiento y, paradójicamente, limite el disfrute de nuestro aquí y ahora: "Cuando terminemos la casa, vamos a disfrutar"; "cuando los chicos crezcan, tendremos tiempo para la pareja", "cuando me asciendan, viajaremos". Y en el medio del proceso se encuentra la rutina, la "ruta" necesaria para llegar a destino. El problema es que la mayoría de las personas no se pregunta cuál es el sentido de ese norte prefijado, producto la mayoría de las veces de mandatos, de estructuras familiares heredadas o, simplemente, de seguir a la mayoría en lo que se cree que es bueno porque es elegido por muchos.

En una pareja, la rutina puede ser la lápida del amor. La repetición de tareas, secuencias y situaciones puede llevar incluso a aniquilar el erotismo. Cuando no ponemos en palabras lo que nos paraliza, los fantasmas se agigantan. Vivimos en tiempos de incertidumbre; el mundo se ha vuelto un lugar inseguro. Sistematizar el día a día parece ser un reaseguro frente a la zozobra. Aunque ese reaseguro esconda una amenaza intrínseca: hacer que nos cansemos de lo que hemos construido con esfuerzo. Cuando la infidelidad mete la cola en las relaciones de...

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