El complejo tránsito hacia cierta normalidad

Henry Kissinger ha escrito en los últimos días sobre el "anacronismo del regreso a las ciudades amuralladas". El fenómeno se produce bruscamente, luego de que la humanidad conoció el período más intenso de libre circulación mundial de personas, bienes y servicios. Las fronteras, tal como se las conoció antes de la globalización, habían casi dejado de existir.Ahora se han vuelto a cerrar, a veces dentro de los estados provinciales de un mismo país. La cruel pandemia del coronavirus ha producido no solo esa regresión, sino también muchas más. ¿Seguirá el Estado, cuando todo haya pasado, interviniendo en la vida personal de los ciudadanos como lo hace ahora? En algunos países con tecnologías muy desarrolladas (los nórdicos, por ejemplo) se está detectando la ubicación de las personas por el celular que usan. El método sirve para que se respete la cuarentena, pero es una incursión insoportable en la vida privada de las personas. En esos países existe, además, una cultura de democracia y libertad de la que carecen los menos desarrollados. Otra derivación de la crisis sanitaria es la desesperación de los Estados para hacerse de recursos de los que carecen por la violenta e imprevista parálisis de la economía. Algunos tienen espaldas más grandes que otros. Los más atrasados son precisamente los que toman los atajos menos convenientes.En ese contexto, debe analizarse lo que sucede en la Argentina. El país venía, a diferencia de la mayoría de las naciones, con dos años de recesión a sus espaldas. El golpe del coronavirus fue una herida hecha sobre otra herida. Al igual que las demás naciones, la Argentina tampoco sabe actual ni mucho menos cuándo. La pandemia ha implantado una opción brutal e inhumana: o se cuida la vida de las personas o se reactiva la economía. La vida será siempre el primer valor a tener en cuenta, pero el debate existe aquí y en el mundo. El excelente periodista científico Javier Sampedro, del diario español El País, escribió recientemente una columna sobre ese debate con un título ingenioso y sugestivo: "La bolsa o la vida". Una de las ideas recientes del cristinismo de pura cepa es la creación de un impuesto nuevo a las grandes fortunas. Según parece, Alberto Fernández logró convencer a los autores de la iniciativa (Máximo Kirchner y -cómo no- Carlos Heller) para que exceptuaran de ese nuevo gravamen a los que se incorporaron en tiempos de Mauricio Macri al blanqueo de dinero no declarado. Varios constitucionalistas habían...

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