Un combo indescifrable llamado factura

Hay una manera simple de asomarse al desmanejo y a la falta de previsión de la política energética en la que se sumió la Argentina de 2002 en adelante: tratar de interpretar qué se paga cuando un usuario recibe una factura de gas o de luz. Y si el consumidor no se conforma con esa dosis, puede ir por más: intentar bajar el consumo para ahorrar algunos pesos.Las facturas son un reflejo de lo que ocurre al más alto nivel de decisión del país en materia energética. El importe a pagar en ventanilla es una mezcla de impuestos, tasas y tarifa por el consumo, todo mezclado. Nadie sabe a ciencia cierta qué se paga y cómo se puede hacer para ahorrar. Tal es el desmanejo que la tarifa pura ha perdido peso frente al crecimiento del cargo que cobra el Gobierno para sustentar el déficit monumental de un sistema que cruje por varios lados y que necesita abastecerse de combustibles importados.No hay señales claras para que el usuario ahorre. Más aún, pocos podrían explicar cómo se debería actuar para pagar menos. Ahora la factura se ha convertido en un cóctel indescifrable en el que conviven fórmulas que nadie puede explicar. El lugar donde está ubicado el inmueble, el consumo de años anteriores o las proyecciones de lo que se gastará son conceptos que pesan más que lo que efectivamente se consumió.El Gobierno ha hecho un enorme esfuerzo comunicacional para tratar de explicar que este esquema tarifario nuevo es un esfuerzo por redireccionar los recursos y que no se trata de una...

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