Combatir el crimen, un compromiso de todos

Los derechos civiles y sociales, los derechos humanos, la protección de la soberanía nacional, de la integridad territorial, de sus habitantes, sus bienes y medio ambiente, así como la defensa de los valores democráticos, constituyen los principios básicos que nos identifican como Nación y como ciudadanos de una misma comunidad. Para instrumentar este resguardo, siempre bajo el mando civil político, están las fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas, con sus diversos objetivos, marco legal, capacitación y equipamiento correspondientes. Sin embargo, hoy nos encontramos frente a un reclamo que atraviesa a toda la sociedad y que no parece encontrar una respuesta satisfactoria: la inseguridad y el indiscutible avance del crimen organizado.

La vida resulta difícil cuando escasea el trabajo, la salud, el alimento o la vivienda, pero se torna insoportable cuando lo que está en riesgo es la vida misma. ¿Acaso los argentinos le exigimos demasiado al Estado? No parece ser el caso.

La seguridad constituye uno de sus roles indelegables, y en una sociedad moderna como la argentina, consciente de las amenazas internas y las supranacionales, nadie puede ignorar, y mucho menos quienes gobiernan, lo imperioso que resulta poner freno al avance de la delincuencia y su carga de inédita violencia, así como a un componente asociado pero que la trasciende: el narcotráfico y, su contracara, el lavado de dinero.

Asistimos pasmados a una película que hasta hace poco sólo veíamos en ficciones ajenas: barrios tomados por bandas organizadas donde los que más sufren son los trabajadores que viven allí; narcotraficantes y asesinos a sueldo que se pasean por nuestras ciudades y de cuya existencia recién nos enteramos cuando los detienen o los ultiman a plena luz del día.

Corresponde preguntarse qué pasa con las vías de acceso a nuestro país, con nuestras fronteras, qué pasó con los controles del Estado. ¿Qué nos pasa que un argentino de bien ya no puede ir con su familia a un estadio de fútbol, que nuestra policía termina escoltando a micros que llevan barrabravas? ¿Qué nos pasa que tirotean la casa de un gobernador, a una embarazada, a un chico o a una anciana? ¿Qué nos pasa que cada vez desaparecen más mujeres en manos de redes de trata?

Sin duda, lo que nos pasó fue lo mismo que a otros países: pensar que eran casos aislados, mirar para otro lado, distraernos con temas coyunturales, creer que nuestra sociedad no iba a caer en esos flagelos. Así, cuando quisimos...

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