Colmenas de artistas, donde crece la cultura de la generosidad

El trabajo del artista es solitario. Pero no siempre. En la ciudad se multiplican los edificios que agrupan talleres, comunidades donde se practica la cultura de la generosidad. Con tintes de autogestión y la amistad como fundamento, artistas con obras disímiles pero filosofías afines comparten el mate, se prestan herramientas y materiales, aportan miradas y reflexiones, se inspiran mutuamente y se unen en tertulias a la hora de comer. En La Verdi, San Crespín, Monte, Central Park, BSM y Panal, se agrupan más de 100 talleres.

"Tengo fobia a la soledad", dice Ana Gallardo. Esta artista de mediana edad y gran corazón es el alma máter de La Verdi, una casa centenaria junto al Teatro Verdi de La Boca, donde cada cuarto de techos altos es un taller. Ahí trabajan Gallardo y sus jóvenes invitados: el grupo La Sin Futuro, Carolina Fusilier, Gabriel Chaile y Ramiro Quesada Pons. Comparten una cocina, sala de reuniones, baños y un patio. "No tenía tijera y me salvó Caro", dice Julim Rosa, de La Sin Futuro. Necesito feedback. Nos potenciamos. Saber que otros están avanzando te empuja", dice Rosa.

"Hay amistad, convivencia y ayuda mutua. Es muy enriquecedor", cuenta Gallardo, que tuvo otro espacio experimental en un edificio que se iba a demoler, La Forest. "Venía tanta gente a las presentaciones que cuando terminó buscamos otro espacio con ese espíritu: talleres que se abren."

Alquila la casona mediante la ley de mecenazgo. Los artistas no pagan alquiler ni impuestos. "La manera de devolver lo que recibimos es habilitar el espacio para los demás. Es una cadena de favores. Tenemos una obligación para con los otros", señala Gallardo. El plan es armar actividades convocando a colegas: conciertos, performance, charlas, y aunque no hay sala de exposición, cada tanto despejan sus talleres para que expongan invitados. El 31 próximo harán un estudio abierto sobre cine experimental.

"Trabajar en un lugar donde convivís con otros artistas me hace compartir experiencias, enriquecer mi trabajo, conocer artistas, galeristas y curadores, estar en contacto con público y evitar la soledad", dice Martín Calcagno, escultor y vecino de Panal 361, una abeja laboriosa entre otros 40 artistas de las más diversas disciplinas: hay joyeros, diseñadores gráficos, pintores, vestuaristas, luthiers y un chef que alimenta a todos en su cocina abierta.

Los estudios se alquilan a los artistas que pasan por un proceso de selección, pero también se buscan sponsors para apadrinarlos...

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