Un club en el que nunca se apaga la señal de alerta

Fantasmagórico recuerdo aquel título en el Clausura 2007. De ahí en más, San Lorenzo cayó en una permanente combustión interna. Ningún recurso funcionó, entre las constantes decepciones deportivas, el recambio de los jugadores, la participación de grupos empresariales y los dirigentes que fueron y vinieron. Para aquellos que lo dudaban, siempre hay un escalón más abajo. Incluso en el subsuelo.El maremoto deportivo acarreó todo lo demás. Las malas decisiones debilitaron las estructuras. Se decidió mal. Y los técnicos pasaron sin ton ni son. Se invirtió peor. Y los refuerzos no aportaron soluciones. Las elecciones tampoco refrescaron el ambiente. La deuda creció. Y la institución soportó -y soporta- como puede. Así está. Así se ve. Así se expone. Así se entrega. El declive se volvió paulatino, pero constante. Gota a gota.Bien puede hablarse de crisis. Hay un DT, Omar Asad, arrinconado por los flojos resultados y por un promedio flaco que le recorta el campo de acción. Ni qué hablar con el antecedente de River a la vista. Hay un plantel cuya ruptura con la...

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