El cine y el lado sucio de la política

TORONTO.- Si en la primera mitad de cada año Cannes nos muestra el estado de situación de la creatividad cinematográfica y todo lo nuevo que nos vienen a contar los grandes autores de estos tiempos, el tramo final del calendario completa desde esta ciudad canadiense todas estas inquietudes, reforzadas con las preguntas que el cine empieza a hacerse sobre sí mismo hacia adelante. Por eso el Festival internacional de Cine de Toronto (TIFF 2015) logró instalarse definitivamente en el calendario como un astuto inventario que sabe al mismo tiempo mirar hacia atrás y hacia adelante, sin perder el foco en el presente.

Por eso, la inabarcable programación que compila lo mejor del cine del mundo visto durante este año (sobre todo en los otros grandes festivales) y adelanta los títulos de los que se hablará todo el tiempo, sobre todo en la temporada de premios, se resume también en una consigna de actualidad. Los responsables de TIFF siempre repiten que este festival aspira a reflejar a través de las películas el comportamiento del mundo. Cómo reacciona el cine a los estímulos de la realidad.

Con un festejo redondo que potencia todavía más este anhelo (la celebración de sus 40 años), la muestra cumple una vez más con la tradición: en este primer fin de semana se concentra la mayoría de los encuentros sociales y de negocios, mientras un ejército de figuras llegadas de todas partes (preferentemente desde Hollywood) promocionan de un modo mucho más relajado del habitual sus proyectos más personales. Suele decirse por aquí que los grandes estudios encontraron en Toronto el lugar más propicio para respaldar desde sus poderosas marcas proyectos que a primera vista lucen más independientes y artísticos. El equilibrio perfecto.

Ese equilibrio es el que lleva a Toronto a conservar cierto espíritu glamoroso y de celebración del entretenimiento (con alfombras rojas, largas esperas del público para rescatar alguna foto o autógrafo junto a sus ídolos, fiestas y fuertes operativos de marketing por todas partes) sin perder el foco hacia temas polémicos o abiertos a la controversia. Sobra tiempo entre película y película para discutir cuestiones políticas del momento. La programación es amplísima, pero lo suficientemente cuidadosa en su elaboración como para promover este tipo de debates.

No fue casual en ese sentido la decisión de programar en la primera noche, el jueves último, el estreno mundial del nuevo documental de Michael Moore, Where to Invade Next. Desde...

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