El cine, ante su mayor encrucijada

Dejé de ver películas de terror cuando toda la parafernalia técnica cayó como un tsunami sobre la pantalla grande y empezaron a rodar las cabezas con gran veracidad. Pesa decirlo pero el cine de miedo ya hace rato que se ha reducido a poco más que la amputación de miembros a repetición. Me aburre y, lo que es peor, no me asusta.Se sabe: lo obvio es el enemigo N° 1 de la magia y, mucho más, de lo sutil. Por eso, siempre amaré las ascéticas películas góticas en blanco y negro de la Universal: el Drácula, de Bela Lugosi; el Frankenstein, de Boris Karloff, y hasta el Hombre Lobo, de Lon Chaney, cuya transformación dejaba tanto que desear (había una precaria superposición de imágenes que lo iban haciendo más peludo), pero no por ello se perdía la sugestión ni se volvía menos inquietante.Las películas del género perdieron como ningún otro en un camino inverso entre la creciente perfección de los efectos especiales y los libros cada vez más endebles. Sólo El proyecto Blair Witch volvió a cautivarme, precisamente por todo lo que no mostraba. En las películas de miedo, la ostentación de crueldades y efectismos macabros termina siendo tan dañina como el exceso de agua sobre una planta.Todas esas reflexiones vienen a cuento porque, como sucede cada año, la entrega de los premios Oscar (hoy, a la noche) llena semanas antes las carteleras del mundo occidental de aquellas películas en las que Hollywood ha depositado sus mayores expectativas industriales.Tras ver tres de las más nominadas ?La invención de Hugo Cabret, Caballo de guerra y El artista? tuve sensaciones ambivalentes directamente relacionadas con el comienzo de esta nota.Tengo que confesar que fui con un entusiasmo inusual a ver la primera. Un chico como protagonista de una historia que incluye un homenaje al cine en 3D, y encima dirigida por Martin Scorsese, me parecía un derroche de potencialidades que no podía fallar.Entiendo también que esperar tanto de ella le jugó en su contra. Aclaro: me asombró la perfección visual, algunas actuaciones y la bonita fábula que cuenta.Sólo esas tres cosas convierten a Hugo ?así a secas es su título original?, sin lugar a dudas, en un espléndido espectáculo cinematográfico. Ahora bien: no pude evitar que me terminara relajando la fotografía afectada y la ampulosa puesta y sentí que el ritmo se resentía y la historia quedaba detrás de tan precioso envoltorio.Tampoco me terminó de convencer la película de...

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