A cien años del Tratado de Versalles

Quienes amamos la historia, recurrimos a ella para entrever qué se nos viene encima. En la actualidad, existen motivos múltiples para generar ansiedad en todo el universo. Ella viene acompañada por razones de las cuales, se supone, surgirán remedios, aunque por el momento no sean claros. Vamos a recordar los cien años de la firma del Tratado de Versalles, ocurrida el 28 de junio de 1919, por múltiples razones. La más importante es que el Tratado marcó una modificación raigal de hábitos y tendencias. A partir de ese momento, el mundo dejó de ser el mismo que predominaba hasta entonces.

Se suponía que el progreso tecnológico elevaría a las sociedades a mejores condiciones de vida. Se suponía, también, que este progreso sería indefinido. En efecto, el positivismo se había instalado como una tendencia imbatible. Sin embargo, paradójicamente, fue este extraordinario desarrollo de la técnica el que impulsó la masacre de la Primera Guerra Mundial, que significó un salto cuantitativo sin precedente en la historia en cuanto al número de muertos en combate.

Lo que sería la solución de todos los males de las sociedades produjo, contrariamente, una abismal decepción. Años después, muchos historiadores verían en el hundimiento del Titanic, en 1912, una metáfora anticipatoria de este mundo de finales de siglo XIX y principios del siglo XX: el Titanic, el barco que no se podía hundir debido a que era él mismo producto de esa técnica en la que se tenía confianza ciega, no sobrevivió a su primer viaje. El ser humano dejó de pensar que era decisiva la condición frágil de la humanidad. Fue ridículo desplazar esa condición a la tecnología.

El Tratado en sí implicó grotescos errores basados en la venganza y la soberbia. Se puso fin a las hostilidades, pero esa paz fue endeble y casi artificial. El economista británico John Maynard Keynes la definió como una "paz cartaginesa". En gran medida esto fue así debido a las exorbitantes imposiciones que se adoptaron contra el sector vencido, encarnado principalmente en el Reich alemán. Se obligó a Alemania a ceder gran parte de su territorio y colonias, a entregar material militar, a reducir su Ejército, a suprimir el servicio militar obligatorio y a pagar una indemnización gigantesca. Sobre todo esto se agregó una cláusula moral mediante la que Alemania debía reconocer su unilateral responsabilidad por haber comenzado la guerra y generado tanto sufrimiento.

El Palacio de Versalles fue el sitio donde tuvo lugar una...

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