Christina Sunae. 'Termino agotada, pero soy como un soldado, no paro nunca'

Una infancia movida, transcurrida en el devenir de los kilómetros, los océanos, los idiomas y las culturas. Christina Sunae nació en Carolina del Sur, ese estado de grandes costas y llanuras inmensas cultivadas con tabaco para cigarrillos. Su padre es un militar estadounidense, enorme, de ojos azules y piel blanca. Big Bird le decían sus compañeros, por el tamaño de su físico. Su madre biológica era coreana; pero cuando Christina era muy chica ella se fue y el padre volvió a casarse, esta vez con una mujer de Filipinas. "Mi mamá", dirá Christina en la charla. Fue ella quien le enseñó la cocina, los sabores, el amor y el modo de ser de esas siete mil islas esparcidas en el océano Pacífico, entre China, Taiwan, Vietnam e Indonesia.A los pocos meses de nacer, Christina vivió primero en Japón, luego en Filipinas y a los 12 años volvió a los Estados Unidos. "Soy norteamericana, trabajé en Nueva York en gastronomía y en marketing, pero mi niñez fue en Asia, gran parte de mi familia está allá. Me siento muy identificada con esa cultura", explica quien es una de las mejores cocineras de nuestro país. Una mujer que siempre está movimiento. Mamá de dos hijos nacidos en la Argentina (Dante de 14 y Zoe de 8), hoy tiene dos restaurantes en Buenos Aires (Cantina Sunae en Palermo, junto a su ex pareja Franco Ferrantelli; Apu Nena en Chacarita, junto a su socia Florencia Ravioli); también un tercer restaurante abierto este mismo año en Manila, capital de Filipinas; y en dos semanas lanza Kusinera Filipina, flamante libro sobre su cocina y cultura con preciosa edición de Catapulta. "Si me quedo quieta, me aburro. De chica competía en atletismo en la escuela, a los 14 trabajaba en restaurantes para ahorrar plata. Mi filosofía es tomar riesgos. Si no te va bien, bueno, mala leche, al menos viviste la experiencia. Ahora estoy intentando bajar un poco el ritmo, pero igual siempre estoy haciendo algo".-¿Cómo decidiste venir a la Argentina?-Vivía en Nueva York, de noche trabajaba de bartender y de día en marketing. Precisaba un cambio y un amigo argentino me convence de venir. Mi idea era estar tres meses, para aprender español, pero en ese tiempo no había aprendido un carajo y decidí quedarme un poco más. Luego lo conocí a Franco, él me ofreció una habitación donde vivir, nos hicimos amigos y nos enamoramos. Con él abrimos un restaurante a puertas cerradas en nuestra casa y tuvimos dos hijos. Y ya nunca más me fui.-Para alguien tan inquieta, estos meses deben...

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