Chávez y Capriles se miden en las calles

CARACAS.? El centro de esta capital se transformó ayer en el gran escenario de una película política de incierto epílogo. http://www.lanacion.com.ar/1514256-una-guerra-de-encuestas-genera-incertidumbre-en-venezuela y la cubrió de un inmenso manto rojo, como si fuera Novecento a lo bestia, pero dirigido por Zhang Yimou. Al director chino le hubiera sido difícil mejorar aquí sus superproducciones imperiales. Cientos de miles de personas desparramadas por las calles esperando a su líder. Y lo que se encontraron, para su disgusto, fue el gran diluvio.Hugo Chávez apareció bajo la lluvia e improvisó como pudo: "Hemos sido bañados por el agua bendita de San Francisco". Pero llovía tanto que esa agua no bendecía, sólo mojaba. Chávez prosiguió unos minutos: volvió a reconocer sus errores antes de pedir una "victoria incuestionable" en las que pueden ser las elecciones más reñidas en tres décadas. El acto se acabó en 32 minutos.http://www.lanacion.com.ar/1514442-capriles-a-este-gobierno-se-le-acabo-la-energia , terminó la campaña igual que la comenzó: con un sprint. Tres actos en tres estados y un gran cierre en Barquisimeto. Allí, en la otrora capital del chavismo, el candidato que se subió a una sorprendente ola de fervor popular lanzó su órdago final: "Presidente Chávez, su ciclo terminó".Capriles, que estilizó su discurso tras cientos de arengas durante los siete meses de caminatas por todo el país, se envalentonó con la posibilidad de su victoria: "¿Qué Goliat puede con nosotros? ¡Ninguno! Porque tenemos millones de Davides".Dos cierres que resumen dos campañas muy distintas. La de Capriles, siempre en pleno ascenso hasta convertirse en un fenómeno electoral. La de Chávez, "aburrida", según el politólogo Luis Vicente León, y socavada por errores propios y "accidentes colaterales", como la tragedia de la refinería de Amuay y la matanza de 26 personas en la cárcel de Yare, en agosto pasado.En definitiva, un final imprevisto para la marea roja que se desparramó en Caracas y que durante horas se sintió coprotagonista de una superproducción manejada por el gobierno.El presidente prometió una vez más: "No les fallaré. Cometí errores. ¿Quién no los comete? Pero estuve a punto de morir por serle fiel al pueblo".Como en toda gran película, también había extras. Muchos. Algunos pagados; otros obligados. "He venido a la fuerza", afirmó un empleado público a la nacion. Tan enojado estaba que incluso colocó un emoticón gruñón en su BlackBerry. "Para mí es algo simplemente...

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