La charlatanería política

Con el gran lingüista norteamericano Noam Chomsky sucede lo mismo que con Diego Maradona, el gran futbolista argentino de fines del siglo pasado. Ambos hablan de lo que saben bien, pero también de lo que ignoran, y lo que es peor, en contextos en que un periodismo acrítico suele azuzar sus lenguas ligeras con alguna periodicidad, aunque sin ganas, talento o coraje a fin de repreguntar donde se abre un suficiente hueco para la indagación persistente. Si lo hicieran, ocurriría, a propósito de imágenes futbolísticas, algo parecido a lo que sucedió con los tiros libres de Lionel Messi en los partidos contra Panamá y USA de días atrás: la inatajable pelota entraría justo por alguno de los ángulos del arco imaginario de los verbosos.

Suelto de cuerpo, como es habitual en él cuando parlotea sobre asuntos públicos, Chomsky ha dicho que no hay elementos suficientes para el enjuiciamiento político de la presidenta brasileña Dilma Rousseff, suspendida en el cargo mientras el Senado sustancia el proceso de ley. Chomsky ha dicho que Rousseff no puede ser juzgada por ladrones. Se ha abstenido de decir que se ha seguido el procedimiento de ley y que esos ladrones han sido, en todo caso, los socios del partido que contribuyó a llevar tanto a ella como a Lula, su mentor, a lo más alto del poder.

Chomsky tampoco ha sabido distinguir entre una oposición que se alivió a las apuradas de su vieja carga de complicidades con el PT, el partido que ejerció durante largos años el gobierno, y las fuerzas que, por su lado, siempre se han opuesto a lo que Lula y Rousseff representan en la política brasileña. Entre estas últimas, la del comportamiento más destacado ha sido la que ha inspirado el líder político de mayor prestigio que Brasil haya tenido en el mundo en las últimas décadas: Fernando Enrique Cardoso, presidente por dos veces.

No ha habido en el país hermano "un golpe blando", como sostienen Chomsky y otros intelectuales que han dejado pasar por alto a Fidel Castro algunos de sus peores crímenes políticos ni nada han tenido para observar con preocupación sobre situaciones tan graves y penosas como las de Venezuela o Nicaragua.

Son los mismos que han otorgado por décadas estímulo intelectual a los peores excesos cometidos por regímenes de izquierda en la región y nada admiten en la actualidad sobre los crímenes imputados a un alto número de allegados a Rousseff. Tanto algunas figuras que han estado encumbradas en su partido como en altas funciones públicas han...

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