'En Chandler hay mucho del dandi inglés'

La posibilidad de un escritor bifronte está lejos de ser novedosa. A la extensa lista de narradores que concibieron libros a dúo a lo largo de la historia (desde Charles Dickens y Wilkie Collins hasta los franceses que firmaban con el seudónimo conjunto Boileau-Narcejac y ciertos argentinos que lo hicieron como Honorio Bustos Domecq), el último cuarto del siglo XX sumó un nuevo hábito: el de completar por medio de un segundo autor lo que un primero, ya fallecido, dejó eventualmente inconcluso. Al morir Raymond Chandler (1888-1959), por ejemplo, quedaron en su escritorio cuatro capítulos de Poodle Springs, la obra en la que estaba trabajando. En 1989 (para celebrar el centenario de su nacimiento), los herederos le asignaron a un experimentado creador de policiales, Robert B. Parker, la tarea detectivesca de investigar las notas del escritor y desarrollar el libro hasta completarlo. Más tarde y por las suyas, Parker entregaría una novela más con Philip Marlowe, el original private eye concebido por Chandler. Perchance to Dream se llamó esa deliberada secuela de El sueño eterno.El irlandés John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) se acaba de sumar a la nómina de autores que aprovechan imaginarios previos y ajenos, aunque en su caso no se trate de un texto trunco. La rubia de ojos negros, que apareció recientemente en español, está más cerca de una tarea mediúmnica que de una imitación o de una parodia involuntaria. Si en vez de publicarla bajo su pseudónimo policial, Benjamin Black, Banville se hubiera propuesto como una versión contemporánea de Chatterton o James Macpherson (aquellos memorables falsarios, precursores del romanticismo, que quisieron hacer pasar sus obras por las de otros escribas, en su caso inexistentes) y la hubiera dejado estratégicamente colocada en un arcón para que la encontrara un especialista, éste la habría considerado prima facie una narración perdida de Chandler. La novela sigue tan de cerca la forma de narrar y estructurar los relatos del autor de El largo adiós, se apropia con tal imperturbabilidad del fraseo y respiración de esa prosa poética, cáustica y desencantada, que podría definírsela como parte de un género potencial: la literatura mimética.Hace una década difícilmente un lector hubiera imaginado a Banville remedando una "novela de Chandler". Para entonces, el irlandés había publicado novelas con toques posmodernos, sustentadas en una lengua plástica, turbia y colorida, que lo convirtieron en uno de los pocos autores de lengua inglesa que parecían seguir la senda inaugurada por Vladimir Nabokov (aunque él mismo prefiera enrolarse como acólito de Henry James). Entre ellas se destacan Mefisto (sobre un matemático déspota y genial), El impostor (donde explora la muy real historia del espía soviéticoexperto en arte/consejero de la reina Anthony Blunt), la trilogía puzzle formada por Eclipse, Imposturas y Luz antigua y narraciones centradas en Copérnico, Kepler y Newton. En 2006, con la publicación de El secreto de Christine, creó un escritor subsidiario, Benjamin Black, abocado a la novela negra. El sosías, a diferencia de la lenta elaboración de los libros publicados bajo su nombre, fue lanzando libros a ritmo cronometrado: con La rubia... llegan a ocho. Sólo en estas novelas –casi todas situadas en Dublín, durante los años cincuenta y protagonizadas por Quirke, un...

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