Centro Cultural Kirchner: la banalidad de lo monumental

Será difícil para muchos argentinos olvidar esta semana patria del 25 de Mayo. Probablemente, porque poco se recordó la gesta de 1810, nuestra primera manifestación de independencia como futura república, y, por el contrario, se llegó al clímax absoluto del "relato" y la llamada "década ganada" con la inauguración parcial del monumental, costoso y polémico Centro Cultural Kirchner (CCK), el más grande de América latina. Aun cuando resta aproximadamente un 30 por ciento para la finalización de esta obra, que habrá costado más del triple del valor que se presupuestó, ya puede asegurarse que constituirá un monumento a la falta de transparencia y al culto a la personalidad.

Emplazado en el antiguo Palacio de Correos, el CCK es hoy la gema más preciada de la corona cristinista en su empeño faraónico por dejar una huella imborrable, con sus 100.000 metros cuadrados, sólo equiparable, según la ministra de Cultura, Teresa Parodi, a pocos centros culturales del mundo: los prestigiosos Centro Pompidou, de París; el Foro Internacional de Tokio, y el Lincoln Center, de Nueva York, cuya larga trayectoria en el campo de la cultura y de las artes no merecen, por ahora, esta temeraria comparación. Menos aún, si se recuerda que hoy el espectáculo principal de este centro cultural es la muestra permanente dedicada a Néstor Kirchner, en la sala que, como no podía ser de otra manera, lleva su nombre.

Haber bautizado a esta obra de esa forma es la coronación más burda y fenomenal de una larga cadena de abusos cometidos tanto por el gobierno nacional como por una infinidad de administraciones provinciales y municipales que, violando la ley en vigor, han impuesto el nombre del ex presidente a todo tipo de bienes estatales. Calles, rutas, escuelas, hospitales, clubes, gasoductos, represas, campeonatos de fútbol y hasta un aeródromo se llaman Néstor Kirchner, en respuesta a la simple voluntad política del administrador de turno.

Los bienes públicos no son de un partido político ni de una persona, son de todos los ciudadanos. Sin embargo, los gobiernos peronistas siempre han caído en la misma debilidad: multiplicar en ellos y sin el más mínimo pudor el nombre de sus principales dirigentes. En 1951, por citar sólo un ejemplo, llegaron a crearse por ley las provincias Eva Perón y Juan Domingo Perón, en las que hoy son La Pampa y el Chaco.

En el caso particular del kirchnerismo, ese abuso se ha decantado por un único y ubicuo nombre: Néstor Kirchner, un culto a la...

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