Las cenizas de la Tupac: la ilusión de un difícil retorno, sin apoyo ni coroneles

SAN SALVADOR DE JUJUY.- Patricia Jaldín empuja su pelo para atrás con ambas manos hasta dejarlo tirante, mira el techo y suspira recostada en el respaldo de la silla. Permanece unos instantes en silencio. Niega con la cabeza, alza las cejas y resopla. Nunca se había puesto a pensar cómo definiría a Milagro Sala. Nunca se lo habían preguntado.Las palabras quieren brotar, pero ella no lo permite. Mueve los ojos como buscando un punto de atención. Hay un huracán de recuerdos que casi se puede percibir. Los mates, las risas, las charlas, la militancia. También las discusiones, los maltratos, las amenazas, la ruptura. Cierra los ojos. Parece haber encontrado una respuesta. Jaldín es la directora de la escuela Bartolina Sisa, en el barrio El Cantri, una suerte de capital de la enorme estructura política que construyó Sala entre 2003 y 2015, y que hoy lucha por subsistir.Fue una de las tupaqueras más cercanas a Sala cuando la Tupac Amaru gozaba de un poder propio de un Estado en sí mismo. Fueron años de trabajo conjunto, de coordinar la construcción de viviendas en todo Jujuy, de proveer de asistencia social a miles de personas y de generar trabajo. Era una misión que en lo discursivo convocaba a una militancia frente a los más necesitados de una región eternamente postergada, pero que en los hechos evidenciaba una maquinaria clientelar.Una maquinaria de militancia obligada y violenta que manejaba sus propias reglas y que era financiada y defendida por la Nación cuando gobernaba el kirchnerismo.Cuando detuvieron a Sala, hace ya cuatro años, la Tupac quedó acéfala. Junto a otros colaboradores de la dirigente, Jaldín buscó mantener la unidad de la agrupación, que perdió fondos tras el cambio de gobierno en 2015 en la provincia y la Nación. A eso le siguió la pérdida de apoyo de los cooperativistas, que se acercaron al gobierno de Gerardo Morales y su plan de bancarización, que anuló el rol intermediador de la Tupac.Mientras la organización implosionaba, en El Cantri, donde viven unas 12.000 personas, hubo robos y destrucción de mobiliario día y noche. Con temor de que desapareciera el equipamiento de las fábricas que Sala ordenó construir allí (una bloquera, una textil y una metalúrgica), Jaldín entró a la fuerza en uno de esos edificios para tomar el control. La detuvieron por violar una propiedad privada y la liberaron 20 días después. Desde aquel día, se propuso mantener viva la organización y le tocó la puerta a Morales, que colaboró con fondos...

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