El catering de los Martín Fierro. Dejó la psiquiatría y se animó al proyecto propio: 'Lo que ganaba en un evento me llevaba miles de horas de consultorio'

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Acababa de poner un pie en Buenos Aires. Un año antes había decidido que era el momento indicado para convertir un sueño en realidad. Después de mucho meditarlo y de largas conversaciones con su esposa, habían llegado a la conclusión de que recorrer América en combi con sus hijos pequeños era algo que realmente querían y podían hacer. " El viaje fue un espectáculo y un regalo en nuestras vidas. Pero el aterrizaje fue muy forzoso. Luego de un año de muy poco control en los gastos, llegué con un escenario muy complicado a nivel financiero ", recuerda Ignacio Lanús.

Para poder dedicarle doce meses a la aventura en familia, con bastante inconsciencia y pocas certezas, había dejado en manos de un joven y entusiasta equipo el manejo de la pequeña pero pujante empresa de catering que con mucho esfuerzo había formado . "Pensé en cerrar y dedicarme a otra cosa. Estaba muy frustrado y muy enojado conmigo mismo por no haber visto venir esa situación".

En la playa, junto a sus esposa y sus hijos que en ese momento tenían 2 y 4 años.

"Si no disfrutaba de algo, lo tomaba como una señal"

Criado en una familia católica y numerosa, Ignacio Lanús fue el quinto de ocho hijos. "No recuerdo haber tenido nunca ropa nueva; la que heredaba de mis primos o hermanos. Fue una infancia muy linda y tranquila, donde predominaba el amor y el respeto".

De su padre, gerente de marketing de una multinacional, había aprendido la responsabilidad hacia el trabajo, a comprometerse con la confianza que otros depositaban en uno y la disciplina y el esfuerzo. De su madre, fundadora de un movimiento católico, había heredado la búsqueda de la pasión en cada actividad que hacía y a dejarse guiar por la intuición. "Desde muy chico me propuse disfrutar de lo que hacía. Y, si pasaban muchos días haciendo alguna actividad que no disfrutaba, lo tomaba como una señal importante".

Desde muy chico supo lo que era trabajar. Sus padres le daban una semanalidad de $35, que cubrían los gastos mínimos e indispensables. Todo gasto extra dependía de él y su habilidad para generar dinero. "En casa todos nos la rebuscábamos como podíamos: un hermano vendía sweaters del norte, otro polleras de la india, otro comida para perro. Nuestros padres nos apoyaban y fomentaban el trabajo".

Sin embargo, cuando tuvo que decidir qué estudiar, se sintió completamente perdido. Sus años en el colegio habían sido muy tumultuosos. Le encantaban los deportes, salir con amigos y divertirse. Pero no le dedicaba nada de...

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