Cartas de los lectores

Carta de la semanaNegar la civilizaciónQuienes desde hace muchos años venimos llamando la atención sobre los graves problemas de seguridad solíamos ser denostados como reaccionarios por el oficialismo, empeñado en ver esos problemas como un tema de la derecha. Es curioso que una corriente política que cree representar a los más necesitados ignore que son éstos, precisamente, los que más sufren las consecuencias de la inseguridad. No hacía falta ser visionarios para advertir, como lo hacíamos, que el abandono por parte del Estado de la más esencial de sus funciones traería aparejadas formas de autoprotección de algunos sectores sociales desarrolladas al margen de la ley.Ese sombrío futuro ya llegó. El temor se ha extendido como una mancha de aceite hacia todos los confines de la comunidad. De ese sentimiento son hijos la indignación, la furia y, a veces, la irracionalidad en la respuesta. La responsabilidad del gobierno nacional en este como en casi todos los campos de las políticas públicas es clara y manifiesta.Sin embargo, no pueden admitirse ni relativizarse los linchamientos. Una cosa es que el afectado por un delito ejerza su legítima defensa, aun empleando para ello, en el contexto dscripto, medios que excedan la estricta proporcionalidad que exige la ley. Otra, muy distinta, es la acción de quien, sin ser una víctima, agrede salvajemente a una persona reducida e inmovilizada porque alguien le dijo que es un delincuente.La justicia por mano propia es la negación de los principios más elementales de la civilización. Constituye un regreso al estado de naturaleza y la ruptura del contrato social, sin el cual rige la ley del más fuerte. Atribuyamos las responsabilidades políticas que corresponden, pero no dejemos de condenar esos actos de barbarie, de los que sólo puede surgir más inseguridad y más violencia.Jorge R. Enríquezmailto:jrenriquez2000@gmail.comla inseguridadLa mejor herramientaNingún linchamiento se justifica. Se trata de una reacción social brutal, con ensañamiento, alevosía, con superioridad numérica de sus autores y, por tanto, absolutamente repudiable y merecedora del pertinente reproche penal. Sin embargo, es menester analizar profundamente las razones de su existencia. La sociedad argentina está (estamos) cansada, harta, intolerante y reacciona -del peor modo- frente a la vergonzosa pasividad de la dirigencia política de turno que lleva más de 30 años postergando medidas de política criminal tendientes a combatir la delincuencia que...

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