Carolina Antoniadis. La artista que homenajeó a Piazzolla y a las mujeres ícono, y que encontró la salvación en la pintura

Su obra de Carolina Antoniadis articula lo poético con lo funcional

Un pincel cargado de pintura se hunde en el trazo. El dorado está fresco, brilla sobre los colores opacos. "Esto no me gusta, entonces lo voy a tapar", dice la artista en un susurro, y al instante -como hablándose a sí misma-, suelta: "Hay una parte que es improvisación". Y sigue, pincel en mano, sentada en una silla frente al lienzo ancho sobre el que podrían caber, también sentadas, una al lado de otra, cinco o seis personas más. Pero Carolina Antoniadis está sola. "Un tamaño grande implica que se tiene que ganar la pintura", asegura. Ganar, en el sentido guerrero del término, en lo que define "como una lucha cuerpo a cuerpo". Lo asegura la mujer de pelo corto, perfectamente blanco, con un flequillo que cae exacto sobre las cejas. Se considera muy visual. "Me pasa todo el tiempo eso de querer optimizar. Mi mamá decía que la belleza era la máxima que uno podía obtener. Por ejemplo, hay un día en que una mujer está más hermosa que nunca. Eso". Entonces, el uno a uno con la pintura llega a la superficie transformado en sutilezas: lo propio en esta artista rosarina que trabaja, además, lo textil, la cerámica, el ornamento. "Todo lo que a mí me atraviesa es la superficie, porque la ornamentación está en la superficie. Pero la sumatoria de esas superficies hacen algo profundo". Por estos días, algunas de sus obras forman parte de Piazzolla 100 , la muestra de las que participan muchos artistas y que, a propósito del centenario del nacimiento del músico, se exhiben hasta fin de año en el CCK. A la par, en la Quinta Trabucco, otra muestra suya, Rapport, con dibujos, objetos, fotografías y pinturas.

Antoniadis nació en 1961. A los cuatro, cinco años, sus padres vinieron a vivir a Buenos Aires. No recuerda, exacto, el tiempo, como tampoco a su abuelo griego que fue pintor y murió cuando ella tenía esa edad. Sí se acuerda que para la casa nueva mantuvieron la cercanía con el agua y se instalaron en La Lucila. Por eso ella, después de la escuela, iba por las tardes a dibujar al borde del río. Una escena de esa primera infancia, de no querer ir a la escuela, por "lo bien que la pasaba en mi casa". En sus cerámicas hay un trabajo sobre figuras de los años 20 o de otras épocas. En los textiles anidan algo de esas siluetas femeninas que le dibujaba su madre. Una forma de recuperación de la historia. O de seguir contándola, por ejemplo, en los hombres o mujeres que pinta en los platos...

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