Juan Carlos Molina: con la fe kirchnerista y la palabra de Dios

Las risas que alborotan el salón de paredes sin revestir se apagan de a una, como por contagio. Todas las miradas apuntan a Juan Carlos Molina, el cura que Cristina Kirchner puso al frente del organismo encargado de combatir las adicciones. En el centro comunitario evangélico del Barrio 17 de Octubre, un rincón polvoriento de las afueras de la ciudad de Salta, se instala de pronto un aire religioso.Sentado al centro de una mesa larga de tablón, rodeado de jóvenes con gorras de visera que lo escuchan como en misa, él relata un milagro: una mujer que había sufrido de hemorragias durante 12 años se abrió paso entre una multitud para llegar a Jesús y curó su enfermedad en el preciso instante en que logró tocar su manto. "Los pibes se están desangrando por la droga. Tenemos que darles esperanza, ser los Jesús de nuestro tiempo", remata, apasionado y con las palmas hacia arriba, casi como en una plegaria. Antes de irse les deja un pedido: "Cuando oren, acuérdense de Cristina"."Cura", "Juan Carlos", "secretario", "Molina", "padre", "Juanca". Desde que la Presidenta lo nombró en la Sedronar, hace diez meses, el funcionario vive sin complejos el cruce entre política y religión. No tiene permitido celebrar sacramentos en público, pero sigue siendo sacerdote. Es un funcionario-cura-kirchnerista. Un bicho raro, de 47 años, que camina sin pausa el territorio, llevando la palabra de Dios y las políticas de Cristina. De joven dejó el sacerdocio detrás de un amor. Hoy sostiene que el celibato debería ser opcional y vive con 26 pibes a los que adoptó como sus hijos. Elogiado por George Soros y criticado por su cercanía con el poder, almorzó en Madrid con Antonio Brufau. Bocón, políticamente incorrecto y enemigo de la solemnidad, camina alegre por la cornisa de la provocación. Como cuando se ganó un regaño de la Presidenta, porque se quejó en Twitter por el retraso de un vuelo de Aerolíneas Argentinas, a la que llamó "aerocámpora"."Hago más cosas como cura ahora que antes. Es un combo que me permite trabajar por el otro", me dice con naturalidad, mientras vamos a la ciudad de San Lorenzo a visitar un terreno para la construcción de un centro de atención para adictos. Camisa negra, sin el cuello blanco de cura, usa botitas de gamuza kickers, onda hippie. Viaja en el asiento del acompañante de una Toyota Hilux blanca del gobierno de Salta. Los ojos celestes saltones, el pelo castaño claro y la barba crecida le dan un aspecto bíblico. Bajo la manga derecha le veo la frase en latín que tiene tatuada en su...

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