La otra cara del éxito

Se ríe siempre Daniel Ricciardo. Tanto, que pareciera que su existencia no conoce de días grises. Y hoy, más que nunca, parece lógico. Si se mostraba optimista hasta el extremo en su Perth natal, cuando por años no podía pasar de los kartings a los coches de fórmula porque el presupuesto y las oportunidades no aparecían, ¿cómo no va destilar alegría ahora, a los 25 años, cuando su nombre está en boca de todo el ambiente del automovilismo mundial? El único piloto de la Fórmula 1 que logró doblegar a los Mercedes en la actual temporada (en Canadá y en Hungría) no sólo cree que "nada está perdido mientras los números digan lo contrario", sino que empuja a su equipo -Red Bull- a que todos se mentalicen igual y así contagiar y contagiarse fe de cara a la segunda mitad del certamen que dominan Nico Rosberg y Lewis Hamilton."Es posible que 71 puntos de diferencia sean muchos, pero voy a jugar mis cartas", dice Ricciardo sobre la ventaja que le lleva el líder Rosberg. Y sorprende con su llamativa esperanza frente a un panorama que para su propia escuadra no parece tan diáfano ante la manifiesta superioridad de los coches alemanes. Pero, ¿de dónde brota su optimismo? Si se indaga en su historia reciente, las respuestas no tardan en aparecer.Conocedor de los tropiezos que la vida deportiva ofrece a cada momento, él es un agradecido al destino por haber llegado finalmente a un equipo grande. Lo demás, sabe que corre por su propia cuenta. Transitó los kartings por siete temporadas, hasta que finalmente pudo insertarse en la Fórmula Ford australiana. Nunca fue lo que los españoles llaman un "piloto de pago": siempre avanzó por condiciones propias.Se lució en la Fórmula Renault y en la Fórmula 3 británica, pero cuando llegó la hora del gran salto se encontró con que la F.1 no siempre es ese mundo glamoroso que la TV y muchos otros medios le muestran al planeta exterior. Recaló en 2011 en el equipo Hispania, que derrochaba carencias y alistaba sus máquinas casi siempre lentas en galpones modestos, en los que cada euro debía estirarse como un chicle para hacer rendir el poco dinero disponible.Toro Rosso no fue indiferente a las penurias de Ricciardo. Si nunca pagó por correr en ninguna escuadra, algo debía tener. Y el jefe de ese team, Franz Tost, un detallista obsesivo que se levanta todos los días a las 5 de la mañana aunque su tarea oficial empiece a las 2 de la tarde, no lo dejó pasar. Fue su mentor y consejero, reclutando al australiano por dos temporadas en las...

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